23 de mayo de 2013

Cuadernos itálicos (I): zarpamos

Salimos una mañana bastante temprano, en dirección a Cannes; allí nos quedaremos una noche para no hacer el viaje a Italia del tirón, y así aprovecharemos para visitar un poco la ciudad. El trayecto se nos da bastante bien (nada que ver con el viaje del verano anterior, en el que encontramos un montón de carreteras francesas colapsadas y se nos hizo eterno el camino...) y después de hacer alguna parada para comer, estirar las piernas, y ver paisajes, llegamos a Cannes a media tarde.

El hotel Kyriad no está mal del todo, aunque después de llegar allí, subir a nuestra habitación a dejar las maletas y recoger el coche de nuevo para irnos a dar una vuelta (estamos a unos pocos kilómetros del centro y no nos apetece ir andando), nos damos cuenta de que una de las ruedas se nos ha pinchado, así que allí mismo nos ponemos a cambiarla y ya sabemos que nos tocará buscar un taller para que nos arreglen la otra o nos pongan una nueva... Con tanto trajín llegamos al centro de Cannes hacia las 7 de la tarde, con lo cual nos damos un paseo por el puerto y el famoso promenade de la Croissette, buscamos un sitio donde cenar y nos acostamos temprano, porque mañana tenemos pensado hacer una pequeña parada en Pisa antes de llegar a Roma, nuestro primer destino.

Al día siguiente, salimos de Cannes por la mañana en dirección a Italia. No sé por qué, mi piloto ha configurado el GPS para que le avise de límites de velocidad, sitios de interés, iglesias, etc.; y cada vez que nos acercamos a un túnel, nuestra Carmen (así la llamamos cariñosamente, ya que tiene voz femenina) nos dice "túnel Italia". La primera vez hace gracia, pero cuando llevamos cuarenta y siete túneles aquello empieza a ser un poco aburrido... Para colmo, al cruzar la frontera entre Francia e Italia (aunque yo pensaba que en la Unión Europea no había fronteras) paran a un coche de cada doscientos, y precisamente nos toca a nosotros. Nos pasamos allí un buen rato, nos hacen un montón de preguntas, nos obligan a sacar las maletas del coche y a abrirlas allí en mitad del centro de control, y hasta nos cachean. Salimos de Francia y entramos en Italia con un cabreo de tres pares...

Más o menos hacia las 12 del mediodía llegamos a Pisa, que está atestada de gente; buscamos un sitio donde poder aparcar y desde donde ir andando hasta la piazza dei Miracoli, donde se encuentran concentrados los principales monumentos que hay que visitar en la ciudad: la catedral, el baptisterio y la torre inclinada. Es increíble la cantidad de gente por metro cuadrado que hay allí, además de un montón de tenderetes con todo tipo de souvenirs, desde pisapapeles hasta camisetas, imanes para la nevera, gorras, bolsos... Por supuesto casi todos con la torre como protagonista.

Hacemos una visita rápida a la catedral y al baptisterio; como no sabíamos seguro a qué hora íbamos a llegar a Pisa, no hemos hecho con anterioridad la reserva de las entradas para subir a la torre, que en todas las guías recomiendan hacerlo antes de viajar. Las colas son enormes así que nos conformamos con verla desde el suelo y con darnos una vuelta por allí. Eso sí, aunque me insisten, me niego a hacerme la típica foto empujando la torre para ponerla derecha, o inclinándome yo para solidarizarme con ella. Además aunque quisiera hacerlo es imposible, porque aquello parece el metro en hora punta y casi hay que pedir la vez para poder hacerse fotos... Un agobio.

Decidimos darnos una vuelta más por la ciudad, aunque finalmente yo me quedo con ganas de entrar a la torre Guelfa, desde la que había leído que hay unas vistas espectaculares de la ciudad. Conseguimos localizarla y encontrar aparcamiento justo al lado, pero no hay forma humana de averiguar por dónde se entra, ni aquello tiene pinta de estar abierto para poder visitarlo...

Finalmente seguimos nuestro camino y aproximadamente a las 6 de la tarde "aterrizamos" en Roma. Vamos un poco asustados porque es nuestro estreno en Italia y todo el mundo nos ha dicho que los hoteles en este país suelen ser malísimos y muy caros; a nosotros nos ha salido bastante bien de precio así que no sabemos muy bien lo que nos vamos a encontrar. Pero el hotel Bled, muy cerca de la catedral de San Giovanni in Laterano, resulta ser un antiguo palacete rehabilitado, bastante bonito y con un personal muy amable, desde el recepcionista hasta las señoras de la limpieza, los camareros del restaurante y la directora, a la que tenemos ocasión de conocer también.

Después de acomodarnos en nuestra habitación y descansar un poco, salimos un rato para explorar la zona y aprovechamos para visitar la catedral aunque únicamente por fuera, ya que se encuentra cerrada. Pero la exploración nos sirve para darnos cuenta de que, quitando algún sitio puntual, las distancias en Roma no son tan exageradas como nos habían dicho. Después de pasear un rato buscamos un sitio donde cenar y, ya a última hora, volvemos al hotel; hay que tener en cuenta que en agosto en Italia hace un calor mortal, así que tenemos previsto madrugar bastante todos los días, no sólo para aprovechar el tiempo sino también para que al menos cuando empiece el calor sofocante hayamos podido al menos ver algo cada día...

9 comentarios:

  1. Ay, la bella Italia!!! Si todo sale bien, este verano creo que me voy a escapar a Roma :)

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    1. Tengo una compañera de trabajo que se va cinco días allí dentro de una semana. Qué envidia me dais las dos. :-P

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  2. uyyyyyyyy, miraLAAAAAAA, menudo blog te a cabo de pillaaaaaaaar, haaaaaaaala, jajajaja...

    Pues lo sigo y así me entero de cuando pones cosas.

    Un beso

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    1. Jajajajaja, es que este es el "primigenio"; el de literatura vino después, que pensé que los libros se merecían su propio espacio. ;-)

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  3. Ah, pues lo enlazo también, QUE NO SE DIGA!!!!!

    HALA

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