2 de septiembre de 2015

Cuadernos itálicos (IX): Venecia, día 2

Este día sí que sí, lo aprovechamos enterito para patearnos Venecia de punta a punta. Como vamos en coche, tenemos que dejarlo a la entrada de la ciudad; en piazzale Roma hay un aparcamiento inmenso en el que, al menos cuando nosotros viajamos, te cobran por tramos de 12 horas. Así que te da exactamente lo mismo dejar el coche todo el día que dejarlo 20 minutos, porque lo mínimo que te van a cobrar son 12 horas... Una vez que soltamos el coche empezamos a andar, siguiendo las señales que indican piazza San Marco, que por cierto están repartidas por toda la ciudad; ya me han advertido de que en Venecia da lo mismo que lleves mapa o no, porque no vas a conseguir orientarte con él. Nosotros no lo llevamos, pero en cualquier caso, aunque te pierdas por la ciudad, en algún momento vas a encontrarte una señal que indique o bien piazzale Roma o bien piazza San Marco, así que no hay que desesperarse.

Casa di Goldoni.
Para empezar, nosotros vamos desde piazzale Roma en dirección a San Marcos, y en nuestro itinerario pasamos por una serie de lugares que os iré detallando. Uno de los primeros edificios que vemos es la Casa di Goldoni, que data del siglo XV y es donde nació Carlo Goldoni, el dramaturgo más célebre de Venecia. Hoy día la casa natal del autor puede visitarse y en ella se conserva mucho material sobre su vida y su obra.

Un poco más adelante, llegamos a uno de los tramos del Canal Grande, aunque con esto de que es el más famoso de la ciudad, a poco tiempo que pases en Venecia te lo encontrarás infinidad de veces durante tus paseos. Este canal tiene forma de S invertida y mide algo más de 3 kilómetros de largo, tiene 6 metros de profundidad y entre 40 y 100 metros de anchura, según los tramos. Como veis, todo un señor canal que además divide la ciudad en dos.

Piazza San Marco.
Otro de los puntos por los que pasamos, y que es de los más conocidos de Venecia, es el Ponte di Rialto, situado en el mismo lugar en el que se ubica el mercado, y fue construido a finales del siglo XVI por Antonio da Ponte, que fue el elegido entre varios arquitectos para este encargo. Desde este puente dicen que hay una de las mejores vistas del gran canal. Y por fin, después de andar un poco más, llegamos a la Piazza San Marco; cualquier cosa que dijera se quedaría corta para describir la belleza de esta plaza, que te deja boquiabierto cuando vas callejeando y de repente te encuentras con ella, atestada de turistas y sobre todo de palomas medio kamikazes. Si en el rato que estés en la plaza te pilla cerca cualquier hora en punto, podrás ver cómo las esculturas de los moros que hay en la torre dell'Orologio dan las horas, golpeando la campana que se encuentra en lo alto de esta torre. Y si te apetece darte un homenaje, siempre puedes acercarte a tomar un café a los famosos Florian o Quadri, que están en la misma plaza y datan del siglo XVIII. En ellos, además de tomar café o lo que quieras, te amenizarán la velada con una orquesta de cámara que toca en directo, así que ve preparando la pasta...

Dejamos a nuestras espaldas la plaza y, rodeando el palacio ducal, llegamos al ponte dei Sospiri, que se llama así por los suspiros que supuestamente daban, al pasar por él, los que eran conducidos de camino a los calabozos de la prisión construida junto al palacio ducal. A mí casi me da un ataque cuando lo veo, porque tanto bombo con el puente de los suspiros y resulta que al asomarme descubro que lo están arreglando y lo han tapado con una tela enorme que lleva impreso un anuncio, también enorme, de Coca-Cola. Vamos, que el puente casi ni se ve; ya se lo podían haber currado un poquito más y decorar la lona por ejemplo con una ilustración del propio puente...

Junto a este puente hay varias paradas de vaporetto, que es el principal medio de transporte para ir de una isla veneciana a otra. Lo que decidimos hacer es comprar un billete de 24 horas, con el que podremos utilizarlo ilimitadamente durante todo ese tiempo; así podemos ver Venecia unos ratos caminando y otros navegando de un sitio a otro, bajándonos si algo nos llama la atención y volviendo a subir al vaporetto, o bien siguiendo nuestro recorrido a pie. La verdad es que lo del billete por horas resulta de lo más práctico, y desde aquí mismo hacemos nuestros primeros pinitos en este medio de transporte. Cogemos un barco al azar, que en este caso nos lleva por el gran canal en la misma dirección en la que habíamos venido a primera hora de la mañana: el puente de Rialto. Y seguimos viendo más cosas.

Chiesa di Santa Maria della Salute.
Pasamos por la chiesa di Santa Maria della Salute, que se construyó en el siglo XVII en honor de la Virgen María, ya que se creía que había librado a la ciudad de un brote de peste. Su exterior es precioso, pero su interior alberga un auténtico tesoro, y es que lo más destacado de esta iglesia son varias pinturas de Tiziano.

Otro de los puntos en los que bajamos del vaporetto es la basilica di San Marco, que mezcla varios estilos arquitectónicos, aunque el predominante es el bizantino. Tiene planta de cruz griega y cinco cúpulas, y para su construcción se tomó como modelo la de los Doce Apóstoles de Constantinopla. Se convirtió en la catedral de Venecia en 1807, y lo más destacado de su exterior (aparte de la fila interminable de gente esperando para entrar) es la galería que se encuentra encima de la entrada principal, en la que hay cuatro caballos de bronce dorados (son copias; los originales están dentro). Como hay una cola increíble para entrar, decidimos dejarlo para más tarde y buscamos otra parada de vaporetto para ir a visitar una de las 117 islas de Venecia.

Hacemos una parada en la isla de Lido, que es famosa especialmente por sus playas. Nos dedicamos a darnos un paseo por allí y después cogemos otro vaporetto de vuelta a San Marcos; esta vez bajamos un momento en el recinto de la Bienale, donde se celebra el festival de cine de Venecia, aunque no podemos ver los jardines más que por fuera, porque están de obras y no se puede entrar. Así que volvemos hacia la basílica, esta vez para intentar entrar, aprovechando que hay bastante menos gente que por la mañana. La entrada a la basílica es gratuita, y sólo hay que pagar si quieres subir al balcón de la fachada o a ver el tesoro; como en todas las iglesias italianas, no se pueden llevar pantalones ni faldas cortos ni escotes demasiado pronunciados ni los hombros al descubierto. Tampoco se puede entrar con mochilas ni con bolsos demasiado grandes, pero muy cerca de la basílica hay una consigna en la que te dejan "aparcar" tus trastos durante una hora, de forma gratuita. No tengo ni idea de cómo controlarán exactamente el tiempo, porque entre la cantidad de gente que hay y que aparentemente no apuntan en ningún sitio a qué hora has dejado las cosas, no me queda muy claro cómo se darán cuenta de si alguien se pasa de la hora.

Basilica di San Marco.
San Marco no es una catedral excesivamente grande, pero sí muy llamativa. Los mosaicos que hay en el interior brillan tanto que deslumbran, y debes tener cuidado si vas mirándolos mientras andas por la basílica, porque los suelos son irregulares y te puedes dejar los dientes en algún desnivel traicionero. Aquí se conservan las reliquias de San Marcos, en un sarcófago debajo del altar.

Dejamos la basílica a nuestras espaldas y, yendo hacia nuestra izquierda, llegamos al palazzo Ducale, que era la residencia oficial de los dux, y también la sede del gobierno. Es un edificio muy llamativo, de estilo gótico, con fachadas de piedra blanca y mármol rosa; una de ellas da a la piazza di San Marco y la otra al gran canal.

Palazzo Ducale.
Después de comer para reponer fuerzas, volvemos a coger un vaporetto y esta vez nos acercamos a la isla de Murano; el trayecto es de unos tres cuartos de hora, así que da tiempo a ver el paisaje y descansar. Esta isla es el paraíso perfecto si lo que quieres es comprar objetos de cristal. En Venecia también los tienes, pero en Murano parece que lo único que hay son tiendas de estos objetos. En muchas de ellas puedes entrar al taller para ver cómo se elaboran las piezas, y por supuesto en todas tienes una exposición de los artículos que venden. Hay una variedad increíble, desde lámparas de techo hasta marcapáginas, pasadores para el pelo, plumas para escribir, tapones para botellas, llaveros... Si tenéis previsto hacer algún regalo de cristal de Murano, este es el sitio ideal. Y si os apetece dar un paseo en plan tranquilo, hay muchísima menos gente que en Venecia.

De camino a Murano.
A la vuelta de Murano, de nuevo en vaporetto, pasamos por debajo del ponte di Calatrava, construido por este arquitecto español. Esto supongo que va en gustos, pero comparando el de Calatrava con el de Rialto por ejemplo, me quedo con este último. Es que las cosas que he visto hasta ahora de este hombre no me han gustado demasiado, qué le vamos a hacer; y este puente no es una excepción... Además es tan moderno que personalmente me parece un pegote ahí en medio; y eso que está en la zona de la estación de trenes, que no quiero ni pensar cómo habría quedado por ejemplo junto a alguno de los muchos palacios que hay repartidos por la ciudad...

Ya nos habían dicho que Venecia por la noche es una ciudad con muchísimo encanto, así que dedicamos el resto de la tarde a callejear un poco más, y cuando empieza a atardecer volvemos de nuevo a San Marco para coger un vaporetto hasta piazzale Roma, recogemos el coche del aparcamiento y volvemos al hotel. Y después de todo esto, doy fe de que efectivamente Venecia de noche tiene muchísimo encanto.

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