No recuerdo qué quería ser de mayor en mi infancia, pero sí sé lo que me habría gustado ser: más alta. Y será por eso que, desde mi más tierna adolescencia, me calcé unos tacones y pocas veces me he bajado de ellos. Pero no por coquetería , sino por pura necesidad...
Les comento.
Estoy mal hecha, soy un producto tremendamente defectuoso. Tengo la cabeza grande, el cuello corto, me sobresale de forma extraña el esternón en el escote, no tengo cintura definida, tengo un culo enorme y unas piernas cortas y regordetas, sobre todo de la rodilla al tobillo. Por supuesto, no tengo unos finos y delicados tobillos, eso que es un dato tan femenino en una mujer: tengo tobillos. Punto. Y mis pies han ido creciendo (inexplicablemente), pues he pasado de usar un 36 a mi actual 39. También mi nariz ha ido creciendo con el tiempo. Es decir, soy un pequeño monstruo andante. Y para colmo, soy un tapón. Y por si eso no fuese suficiente, estoy absolutamente reñida con la fotogenia desde la tierna edad de 8 años. Hasta esa edad yo era una niña bastante normal e incluso guapita, pero fue cumplir 8 años y se jodió el invento.
En lo relativo a la vestimenta no tengo reparo en confesar que soy una hortera total. Mis combinaciones de colores, tejidos y complementos son únicas e inigualables. Si ustedes pudieran ver fotos de mi adolescencia se pasarían un buen rato descojonados de la risa, a la par que sentirían mucha pena por ese ser extraño que sale en las fotos; no podrán ustedes verlas porque han sido convenientemente destruidas... Tampoco ahora soy un ejemplo de elegancia pero soy algo más discreta aunque, inevitablemente, de vez en cuando me sale el ramalazo hortera y vuelvo a mis mezclas imposibles. Y tan contenta, oiga, y visto lo visto de lo que sale en algunas de las más prestigiosas pasarelas de moda, podría decirse que he sido una visionaria.
Pero no les voy a engañar a ustedes, soy una hortera y lo cierto es que me encanta serlo. Aunque muchas blogueras de "supuestas tendencias" me están empezando a coger demasiada ventaja y empiezo a preocuparme. Pero aun siendo un pequeño horror con patas (y tacones) me ha ido bastante bien en la vida. Por ejemplo, y por centrarnos en el capitulo sentimental, pocos hombres me han gustado de verdad en la vida, pero puedo decir y digo, con orgullo y satisfacción, que conseguí rendirlos a mis regordetas piernas y mis toscos tobillos. Y es que está claro que he nacido con el gen del mal gusto para vestir, pero los hombres de mi vida siempre han sido guapos tirando a muy guapos. Y el caso es que ese detalle ha llegado a ser un inconveniente ya que, ignoro la razón, los hombres de mi vida han sido muy guapos pero poco conversadores. Y de ahí sera que, siendo como era casi muda de pequeña, al mismo tiempo que me subí a los tacones comencé a hablar sin parar y esa faceta tampoco me ha favorecido demasiado.
Se acusa a las mujeres guapas de ser vanas y superficiales, más preocupadas de su maquillaje y peinado que de entablar una buena conversación. Y si bien no tiene que ser cierto ni equivalente, desde mi personal experiencia puedo decir que ser espectadora de las cuitas y preparativos de un hombre para decidir qué se pone para salir a cenar es algo realmente interesante. Esa escena recurrente de las películas de un hombre aburrido y hastiado esperando a que su pareja femenina acabe de decidirse y arreglarse la he sentido yo en mis carnes, pero si para un hombre puede resultar tedioso, para una mujer es tan entretenido como desconcertante. Porque el vestuario femenino sí puede admitir múltiples combinaciones: vestidos, blusas con falda, blusas con pantalones, camisetas con pantalones, amén de complementos adecuados: pendientes, collares, cinturón, y capítulo aparte los zapatos, por supuesto. Y no hablemos de tema peinado.
Es decir, puede ser menos culpable el tiempo que se invierte porque hay más campo donde elegir y decidir y más trabajo de chapa y pintura, y eso lleva su tiempo. Yo, la verdad, no tengo esos problemas. El ser una hortera reconocida facilita mucho las cosas ya que, salvo ocasiones especiales y trascendentes, pillo lo primero del armario que no esté demasiado arrugado, los inevitables tacones y ya estoy divina. Se me olvidaba comentarles que soy miope y no es la primera vez que me pongo la ropa al revés o los zapatos desparejados. Del mismo color pero diferente par. Y ni me he enterado hasta volver a casa. Antes era un error, ahora se llama "tendencia".
Pero en un hombre el vestuario es sota, caballo y rey: pantalones, camisa o camiseta, chaqueta o blazer. Y, de momento, no tienen que dedicar tiempo a maquillaje, rímmel y/o alisado de melena. Por eso, cuando mi pareja tardaba (mucho) más tiempo en acicalarse que yo misma pues se me ocurría decir:
- ¿Para qué te arreglas tanto, si cuando volvamos a casa te lo voy a quitar todo a bocaos?
- Niña, con lo dulce que pareces y resulta que eres un camionero.
Es que se me olvidaba mencionar que tengo voz fina y aguda, lo que se denomina vulgarmente "voz de pito", cosa que los hombres, ¡ a saber por qué!, identifican con "dulzura de carácter" en una mujer. Nada más lejos de la realidad. O al menos en mi caso, que soy tan "dulce" como una alambrada de espinos. En mi defensa puedo decir que soy bastante divertida. Y sí, hablo mucho. Los discursos de siete horas que daba Fidel Castro en sus buenos tiempos no es nada comparado con mi verborrea habitual. Y hablo de todo, no hay tema donde no meta baza, con razón o sin ella. Al fin y al cabo, ¿qué nos distingue a los humanos de resto de los animales? Pues la facultad de hablar y reír. Y por eso será que la gente no se fija demasiado en si llevo los zapatos desparejados, debe de ser que aturdo a la gente con mi interminable conversación y exuberante personalidad.
El caso es que sí, me habría gustado ser más alta. ¡Benditos tacones!, no arreglan gran cosa pero disimulan bastante el ser paticorta. Por tanto, en estos tiempos en que todo el mundo se queja por recortes de medicamentos, no hagan ni caso a tanto quejica. Los tacones son mi medicina imprescindible y fundamental y ya saben ustedes a cómo está el precio de los zapatos ¡y sin receta médica ni subvenciones!
Toda una vida gastando una fortuna en zapatos de altos tacones, esa soy yo.
"Más importante que el viaje en sí, es lo que queda en el espíritu del viajero."
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8 de mayo de 2017
10 comentarios:
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los tacones son como las gafas , si son por pura necesidad no me digas que es del todo injusto que no se subvencionen, besos !!
ResponderEliminarPues sí, ya que subvencionan otras cosas... ;-)
EliminarVoy a estar escondida bajo un burka durante los próximos veinte o treinta años. ¡¡Pero si eres un bombonazo, jodía!! Es que las estupendas me deprimís mucho, siempre diciendo que si bajitas, que sin cintura, que si los tobillos... a ti te daba yo una temporadita con mi aspecto, te ibas a enterar. No hay verborrea que impida que te cacen los del Seprona para devolverte al mar. Y sí, a mí los tacones me parecen preciosos, pero no me los pongo. A ti te lucen, petarda mía.
ResponderEliminarNeni, vas a tener que cambiar el disco porque ese está muy rayado ya...
EliminarAnda , calla , calla que qué tendrá que ver el culo con las témporas que a estas altura de la película ya sabemos que físico sin personalidad no vale ni para ser percha de la ropa en almacén de extrarradio y que eso de la “belleza natural “ no es que esté sobrevalorada , es que ni existe ni se la espera , belleza natural será la lava de los volcanes y mejor no acercarse y lo que toca es chapa y pintura y comerse las uñas de los pies en vez del bocata de panceta que te llama y te ama y nada hace más feliz que hacerle los correspondientes honores y la ola si es menester pero o te metes las ganas y los honores en el bolso o ni belleza ni leches , que por las mañanas todas tenemos la misma cara que la niña del exorcista cuando levita y no poder dejarse barba que lo disimule no ayuda nada .Y ya sabemos que eso de la "belleza interior " también es un camelo porque por dentro todos somos un montón de porquería y mejor que no se vea que para eso ya están los puestos de casquería pero salir a la calle solo se puede hacer de dos formas : o como estrella de la alfombra roja o de incógnito total , es cuestión de ir alternando los días y pasarlo bien y reirse mucho , el resto carece de toda importancia .
EliminarMaru, ya sabes que yo estoy totalmente de acuerdo con tus argumentos; pero no sé si servirán de algo, porque cuando alguien se empeña en pasarse la vida intentando dar pena, por mucho que le digas no creo yo que funcione...
EliminarAyyssss yo también soy taponcete y me hubiera encantado ser alta, suelo llevar algo de tacón siempre como tu dices estiliza mucho, pero hay veces que me puede la comodidad y zapatillas al canto jaja. Respecto a lo de los pies me he reído mucho, sabes que a mi también me ha pasado? Empecé gastando una 36 y ahora gasto un 38 y con lo poca cosa que soy ¿Qué ha pasado con mis pies? Quizás cuando uno es más joven el físico es más importante pero la realidad y lo digo de corazón es el interior, además hoy en día anda que no hay opciones y trucos todo es sacarse partido si uno le apetece está claro ;-p. Me han llamado la atención tus letras ;). Escribes dejando mucho de ti. Un besito.
ResponderEliminarEsto de los pies es un tema que da mucho juego, jajajajaja. Pero a mí también me parece que lo que importa es el interior, que ya tenemos una edad en la que esas tonterías del físico son eso, tonterías. Me alegro de que te gusten estas reflexiones. Otro besito para ti.
EliminarPues si la edad tonta del físico ya se pasó, aunque siempre nos gusta vernos bien está claro que hay otras cosas y más importantes. Un besazo.
EliminarEfectivamente; aunque una cosa es querer verse bien y otra obsesionarse, que eso nunca es bueno...
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