Vaya por delante que estoy totalmente de acuerdo con que se quiten las subvenciones a todo lo que tenga que ver con festejos taurinos; en realidad iría más lejos y diría que incluso si tuviera la posibilidad de hacerlo, retiraría del mundo cualquier tipo de fiesta, espectáculo o similar, por mucha tradición que tenga, en el que se utilicen animales para entretenimiento de los humanos.
Sin embargo, estos debates se los suelo dejar a nuestra Marujita, que es toda una experta en meter el dedo en la llaga y levantar ampollas sin despeinarse; yo voy a lo mío, que son los gazapos. Y es que después de leer una noticia que hoy ha armado bastante revuelo por las redes sociales, ya que por lo visto Fran Rivera ha montado en cólera contra la alcaldesa madrileña Manuela Carmena, porque le ha molestado mucho eso de que le hayan cerrado una escuela taurina en la que según él se enseñan valores como sacrificio (sí, sacrificio a toros que no tienen culpa de nada), respeto a los mayores y al toro (sin comentarios), tradición (me cago, con perdón, en algunas tradiciones), educación (esto ya sí que es lo último que me faltaba por oír), y a luchar por los sueños (no sé si reír o llorar), he descubierto que hay un oficio nuevo del que yo nunca había oído hablar:
Todavía, desde que leí la noticia esta mañana, sigo dándole vueltas al misterio. Me pregunto en qué consistirá el oficio de "totoreo"... A ver si alguien me ilumina.
"Más importante que el viaje en sí, es lo que queda en el espíritu del viajero."
Ante todo, organización
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30 de septiembre de 2015
29 de septiembre de 2015
Champán sin remordimientos
Imagen: Hola. |
En este 27-S, que es como un mal chiste porque resulta que han ganado todos y han perdido todos, y Convergencia y Esquerra juntos han conseguido menos escaños juntos que por separado (parece increíble pero es cierto); es decir, tres años tirados a la basura para conseguir peores resultados que solo sirven para ver y vivir, en vivo y en directo, una utópica teoría sociopolítica de cómo sería, por ejemplo, un gobierno conjunto del PP y UI. Que es lo que es esa alianza extraña entre Convergencia y Esquerra. En ese sentido, es todo un privilegio ser espectador de tal cruce contra natura, y ver qué sale de ese apareamiento va a ser entretenido.
Pero si alguien ha salido ganando en esta jornada electoral, ni lo duden: he sido yo.
En medio todo este show mediático, oí a un señor y a su hija, dos personas muy educadas que expresaban libremente su opinión sobre su voto por "La extraña coalición", explicar que la base principal de su opción electoral era que "durante 300 años España ha oprimido a Cataluña". ¿Qué me dice, buen hombre? ¡Ah, bueno, bueno, bueno! Eso no se puede consentir, ¿no es cierto? Y si es por eso, tranquilo, que aunque yo no estaba enterada de tal cosa, pues que aquí menda no quiere verse involucrada en ningún tipo de opresión. ¡¡Hasta ahí podríamos llegar!! Y por mi parte pueden estar tranquilos los catalanes, que prometo solemnemente que de mi bolsillo particular no sale ya ni un céntimo que constituya ni contribuya a ningún tipo de "opresión". Porque si bien no es agradable sentirse persona non grata y "opresora", pues oiga, este buen hombre me ha quitado un enorme peso de encima.
Llevo toda mi vida de adulta, en las ocasiones de fiesta y celebración, brindando con y libando ese líquido infecto que se llama "cava catalán". En mi ingenuidad, no sabía que estaba contribuyendo a la opresión de un pueblo y, encima, bebiendo algo que en realidad no me gustaba na-da. Y ya que hoy me siento liberada de todo remordimiento, lo tengo que decir y lo digo: el cava catalán es mediocre por no decir rematadamente malo, y no aguanta ni punto de comparación con el más torpe champán francés. ¡Señor, señor, la de veces que me he comprado una botella de champán francés casi como un placer clandestino! Sí, champán francés, de los franceses que nos quemaban los camiones de fresas, los mismos que tan mal llevan que los españoles les ganen sus trofeos "patrios" delante de sus narices, y encima sean declarados los mejores deportistas por aclamación mundial. Que nunca se ha visto que los franceses insinúen nada "raro" sobre los grandes triunfos de un incombustible y suizo Féderer, o que duden de la capacidad deportiva de las selecciones de baloncesto de Rusia o Serbia y, sin embargo, ya sabemos de las "bromitas" a costa de Nadal o Pau Gasol.
Por tanto, mi afición al champán francés ha sido siempre una especie de placer prohibido que me causaba grandes remordimientos por comprar un "producto extranjero", existiendo algo similar "no extranjero". Pero ¡es que el champán está taaaaaaan bueno...! Cosa que no puedo decir de ningún cava. Pero ha sido oír a ese buen señor y a su hija y lo de la opresión española y, oiga, que se me han quitado los remordimientos de golpe y, si pudiera, les mandaría a padre e hija una tarjeta de agradecimiento. Porque si los franceses dicen que se sienten humillados por los triunfos deportivos y los precios competitivos de los frutos españoles, eso no es nada en cuanto a saber que los catalanes se sienten oprimidos por los españoles. Y no puedo hacer nada respecto a que la selección española de baloncesto sea campeona de Europa, pero respecto a la opresión catalana sí puedo hacer algo, y es no volver a probar para el resto de mi vida ni una gota de cava. Que es algo que hacía por pura solidaridad con un producto que no me gustaba nada, en consideración a que era "de los nuestros"; pero visto lo visto y oído lo oído, pueden estar tranquilos los catalanes que se consideren oprimidos y acosados por españoles porque, por mi parte, el cava desaparece ¡por fin! de mi vida. ¡Aleluya!
Nada, nada, que no se diga que con la compra de productos catalanes contribuimos a la opresión española, porque de las ganancias de las ventas catalanas y sus cuestiones fiscales viene lo de "España nos roba" y, aunque mi intención era inocente e incluso solidaria, por mi parte no voy a contribuir a ningún opresor desajuste fiscal. ¡Válgame el cielo, no, por favor! Arrepentida me hallo de todas las botellas de cava que han pasado por mi casa, pero a la torre Eiffel pongo por testigo de que nunca volverá a pasar una gota de cava por mi gaznate. Ya he sufrido demasiado y ya era hora de quitarme esa "opresión" de encima. Y, ahora y ante mí, se abre un nuevo mundo donde el cava ya no existe y solo hay champán francés... Y no les puedo explicar la felicidad que ello supone. Y no soy la única, somos muchos los que casi a escondidas comprábamos y saboreábamos con fruición, en la intimidad del hogar, un champán francés con unos langostinos de Cádiz, en esos días alternativos a la rutina que todos nos merecemos "porque yo lo valgo", y lo comentábamos a media voz, que no se supiera mucho que nos decantábamos por lo francés en detrimento del cava.
Pero en este glorioso día de liberación, hoy mismo voy a ir a mi supermercado de confianza y comprar, con orgullo y satisfacción y de forma bien visible, una botella de champán francés. El que sea, no he probado uno que no me guste, y la variedad es infinita y con toda clase de matices. Los franceses llevan mal perder en lo deportivo, pero esto de los espumosos es que lo bordan, ¡mon dieu! Y lo haré todas las veces que me apetezca, lo comentaré y hasta lo publicaré en mi Facebook, Pinterest, Twitter, Instagram, y hasta pondré una nota informativa en el tablón de anuncios de mi comunidad.
¡¡Me gusta el champán francés y detesto el cava!! ¡Qué gusto da poder decirlo! ¡Por fin!
Que yo sí que estaba "oprimida" y se me ha quitado de golpe. ¡Gracias, gracias, gracias a esos ciudadanos, padre e hija, que me han abierto los ojos (y recuperado el paladar)! Porque ya que los franceses nos tienen manía y los catalanes también, fuera remordimientos y vamos a lo que vamos, y es que el espumoso francés es infinitamente mejor que el español, ¡perdón!, catalán y yo, como Rafael Nadal, no soy rencorosa y ya siempre brindaré con champán francés. Ya si los gallegos también nos dicen que se sienten oprimidos por el resto de españoles, pues me va a costar mucho más dejar de tomar un Albariño; no les digo que no porque los hay estupendos pero, oiga, el mundo es muy grande y hay unos vinos chilenos extraordinarios que nada tienen que envidiar a los gallegos.
De momento, liberados de nuestro concepto "solidario" con productos que creíamos "de los nuestros" y que, sin saberlo, estábamos contribuyendo con nuestro consumo al malestar y opresión de ciudadanos catalanes, pues estoy en disposición de dar la enhorabuena a los catalanes porque, además de que se van a hartar de tomar todo el cava que no van a vender en el resto de España, seguro que eso de no tener que compartir sus productos con los opresores los llenará de alegría y entusiasmo y así dispondrán de más cantidad para exportar a quien quieran.
Todos contentos.
22 de septiembre de 2015
Como mucho, da risa
Imagen: Wikipedia. |
En primer lugar, ya hemos visto miles de series y películas iguales e idénticas y seguro que mejores. Novedad cero. En segundo lugar, queda demostrado que son mucho más peligrosos los humanos sanos que los afectados por no se sabe qué y convertidos en zombies. Al fin y al cabo, los zombies, llamados de forma políticamente correcta "caminantes", son víctimas y deambulan de un lado a otro buscando comida. Los pobres ¿qué van a hacer? Y para colmo, son bastante tontos. En tercer lugar, el maquillaje de los zombies es de risa. De cada cien, uno puede estar más currado en cuanto al tema de dar susto, pero el resto se han maquillado ellos en casa y están tan cutres que dan risa. Y los figurantes que hacen de zombies se ve que son eso, figurantes reclutados al tuntún a cambio de un bocata y sin mucho arte en su deambular. Más que zombies, parecen resacosos de botellón; grupitos recién salidos de un after de regreso tambaleante a su casa y con peor pinta que estos "caminantes" me he encontrado algún domingo por la mañana. Vamos, que los zombies dan más pena y risa que miedo, un gran fallo.
Pasemos a los humanos supervivientes.
El prota es un poli al que en su normal rutina de su trabajo de detener facinerosos le pegan un tiro tres cuartos de hora antes de la misteriosa eclosión de los mutantes y cuando despierta del coma se encuentra con el fregao. No tiene ni pies ni cabeza cómo se salva, pero se salva. Porque es el prota y es poli, punto en boca. Y como es el careto que más veremos en la serie y nos tiene que inspirar confianza de que es capaz de salvar al mundo, tiene pinta de buena gente o, lo que es lo mismo, puro producto anglosajón de piel clara, ojos azules y complexión atlética pero estilizada. No llega a guaperas oficial pero es agradable de ver. A mí me recuerda vagamente al malo de Terminator, pero en poli bueno y guay. Y no nos cabe la menor duda de que es un buen hombre lleno de justos valores e ideales. Y sabemos que, justo antes de que le pegaran el tiro, andaba preocupado y tristón porque su matrimonio no pasaba un buen momento.
Su compi poli es el confidente de tal reflexión. Los delincuentes que le pegan el tiro tienen, sospechosamente, pinta de eso que en medios cinematográficos norteamericanos todos sabemos que son "latinos". Vaya. Lo menciono porque el tema "latino" en esta serie es francamente preocupante.
Bueno, pues estábamos en que despierta el hombre en el hospital destrozado y en ruinas y el resto de la ciudad no tiene mejor pinta y ya intuye el hombre que algo raro pasa, pero será una pareja de supervivientes, un padre y su hijo de raza negra, quienes le pongan al tanto de que los zombies son malos, que si te muerden te conviertes en uno de ellos y que hay que pegarles un tiro en la cabeza o aplastarles la misma para matarlos definitivamente.
... Por resumir, que no me voy a poner a contar los seis episodios al dedillo. El poli, ya enterado de qué va el asunto, va a su casa y no hay nadie, pero como ve que no hay fotos en las paredes deduce que su mujer e hijo están vivos. Bien.Vale. Es decir... En plena catástrofe de zombies comedores de carne humana, huyendo para ponerse a salvo de tan angustiosa amenaza, para los guionistas la mentalidad femenina es así, que te pones a recoger toooodas las fotos de las paredes y tooodos los álbumes de fotos que tienes por casa... El guionista de tan curiosa idea debe de tener una madre muy peculiar... La pareja de padre e hijo le dice al poli que hay rumores de que en la no muy lejana ciudad de Atlanta hay un enorme campamento de supervivientes custodiado por la policía, y allá se nos va nuestro prota en busca de su familia.
Curiosamente, el padre y el hijo, que no son del pueblo donde hemos encontrado a nuestro prota, pasan de momento de ir a Atlanta: se quedan tranquilamente en la ciudad... ¿Por qué? Pues porque cada uno tiene sus manías, unos recogen fotos y otros se quedan de turismo de zombies, ya ves tú. Pero quedan en verse más adelante y el poli les da un transmisor (que no funciona) para estar en contacto... Bueno, pues vale también.
El poli, una vez que se ha cambiado la bata de hospital al llegar a su casa, y ya sabiendo que su familia está sana y salva (¿?), se viste, cómo no, con su uniforme reglamentario de poli, sombrero y placa reluciente incluida. Y con uniforme reglamentario de poli lo veremos siempre en los seis capítulos. Bueno, pues vaaaale, uno es poli y que se note. Vaaaale.
Por supuesto, cuando llega sin grandes problemas a su destino, lo del protegido campamento de Atlanta no existe. Se ve que existió cinco minutos pero ahora todo está invadido por zombis. Y a punto de palmarla está el poli rodeado por los zombies cuando encuentra la ayuda de otro superviviente que forma parte de un pequeño grupo que está refugiado a las afueras y bajan a la ciudad de vez en cuando a buscar provisiones. Y se salva, claro. Y después de ciertos problemillas, llega nuestro prota de uniforme con sus nuevos amigos al campamento de supervivientes. A partir de aquí, los zombis carecen y carecerán de toda importancia; están y no están, aparecen y desaparecen, a veces por libre, a veces por manadas, son feos, hacen muecas y les atrae el ruido más que un tonto un lápiz; es decir, van a lo suyo.
Pero lo que cruje son las historias de los supervivientes, entre los cuales, ¡¡cómo no, tachán, tachán!!, están el poli compi de nuestro prota, la mujer e hijo del mismo y los álbumes de fotos, por supuesto. El poli compi va a ser el co-prota y es de clara, digamos para entendernos, tipología de "moreno latino tipo Bardem", y siendo igualmente poli no luce uniforme; eso debe de ser un detalle de los guionistas para indicarnos de forma sutil pero contundente que algo turbio nos oculta... Efectivamente, aunque no del todo de mala fe, se ha erigido en jefe del grupo y se cepilla con ardor a la mujer del prota, que como piensa que su maridín ha muerto porque el propio poli compi se lo ha dicho, no siente excesivo remordimiento por tener ocasionales y placenteras relaciones sexuales con el mejor amigo de su marido. No se ve mucho, pero se intuye que son placenteras y satisfactorias. Pero en cuanto aparece el marido en el campamento, se reconvierte en esposa fiel aunque no demasiado afectiva y manda a freír espárragos al poli latino, el cual se retira pero ya veremos que no se resigna del todo porque el hombre, además del tema fornicación, está enamorado de la esposa de su amigo, y seguro que en la segunda temporada ya nos informarán de que venía de lejos el tema. Me da que la esposa del poli prota estaba encantada con el poli latino y en el fondo, que aparezca el marido le ha fastidiado el rollo...
Me causa cierta risa a la par que bastante desazón el casting de esta serie, como el de muchas otras, con unos estereotipos tan estereotipados que podrías quitar el volumen y saber al dedillo las conversaciones y de qué van e irán cada uno de los personajes... Resumiendo, es una serie aburrida hasta morir por lo previsible, una dudosa mezcla de peli de vaqueros con sheriff bueno con decorado de peli de holocausto nuclear. Si en vez de zombies me pones indios, es una peli de vaqueros de las de toda la vida.. Con el trío amoroso como la nota de romance en la serie ya lo acabamos de rematar, porque resulta de lo más casposo Y hay dos niños, el hijo del poli bueno y la hija de la esposa, ahora ya viuda, del maltratador gordo y sudoroso. Los niños suelen estorbar bastante en este tipo de series, con lo cual me da que no van a durar mucho...
El poli bueno aún no sabe que su compi poli ha refocilado con su esposa y es previsible que se enterará. Y todo ello mezclado da lugar a que ya sabes, o intuyes, con escaso margen de error, quiénes mueren y por qué y quiénes se van a salvar hasta el final y por qué.
Por ejemplo.
El marido maltratador, gordo, sudoroso y bastante feo es el primero en ser devorado por los zombies en un ataque sorpresa al campamento, mira qué casualidad. Y hay un viejales simpático que se ha salvado pero tiene todas las papeletas para que la escena de su más que previsible futura devoración en la siguiente temporada sea de las más cruentas de la serie, allá por el cuarto episodio de la segunda temporada. También muere por un mordisco de zombi en este ataque al campamento una linda y joven muchacha rubia, pero no queda deformada como el malo del maltratador ni tarda días y días en morirse pasando las de Caín como otro atacado por un mordisco. Se ve que ser joven, guapa y rubia natural no impide la muerte pero la hace más rápida y llevadera. Curioso... El poli latino fornicador de la esposa del prota lo tiene claro, ya se les ocurrirá algo terrible a los guionistas para que pague su pecado de fornicador latino de mujeres casadas... Tiene esta serie un tufillo pseudorreligioso que asusta mucho más que los zombies...
Como miembro femenino de la no se sabe por qué llamada "especie latina", que debemos de ser tooodos los no asiáticos, no africanos y no descendientes de los primeros pobladores europeos de USA, me carga mucho bastante ese estereotipo físico y social de lo "latino" y hasta me ofende, pero es lo que hay. Tal vez sea una de las razones de mi subconsciente para que esta serie me produce rechazo y no por los zombies, que dan risa. También tenemos un orondo afroamericano, que no se entiende cómo puede estar tan gordo si apenas tienen para comer. Si el grupo se ve rodeado de zombies lo lógico sería utilizar al orondo y mientras se lo comen les da tiempo a huir. Y un simpático chaval asiático con gorra que tiene todas las papeletas para igualmente durar poco, porque el chico es majo, no fornica y dice ser coreano repartidor de pizzas (¿será para que quede representado el colectivo italoamericano, aunque sea de pasada?). Y tanta bondad y simpatía no augura nada bueno...
Volviendo al tema del repetitivo estereotipo "latino" en la serie, en la ciudad tenemos una escena de supuesta tensión entre los protas y un grupo, cómo no, de latinos, o de lo que entienden en USA por latinos camorristas: bajitos, muy morenos, con bigote y pelo grasoso... Que se parecen mucho a los malos que dejan viuda a Demi Moore en Ghost. Ya cansa el estereotipo porque aunque lo "arreglan" y resulta que los "latinos" son unas belliiiiiísimas y tiernas personas, pues ya da igual, es muy cansino el temita. El resto del casting da igual, es totalmente prescindible y según vayan cayendo mejor o peor a la audiencia serán la merienda de los zombies o no.De hecho, en esta temporada ya se han merendado los zombies a la mitad de los supervivientes porque se ve que sus historias iban flojeando y hay que meter ya gente nueva y más cañera. Porque los zombies necesitan carne fresca y según vengan las bajas, nuevos supervivientes aparecerán para rellenar tema, que lo del trío amoroso aburre bastante.Y de momento no aparece reflejado el colectivo gay, qué raro... Pero ya lo harán. O no, en eso los americanos parece que tienen aún sus reparos y se ve que les tira más el rollo de los latinos fornicadores. Pero eso sí, como único científico que queda en el centro de investigación sobre la mutación zombie y su posible solución, nos ponen un tiarrón a lo Charlton Heston en sus mejores momentos pero con cierto aire de intelectual germánico... Los encargados del casting de esta serie parecen tener una mentalidad un poco... ¿antigua? Dejémoslo así...
Se parece peligrosamente a Perdidos, que sobre el papel parecía una historia interesante pero el guión se desmadró con historias sacadas sin ton ni son sobre la marcha y así acabó como acabó, sin pies ni cabeza, es decir, un timo. Y esto tiene la misma pinta, más perdidos que Perdidos; por tanto, paso de segunda temporada. Habría sido mejor que murieran todos en la explosión. Pues sí. Porque ya hemos tenido la tremendísima y supuestamente espectacular explosión del centro donde se investigaba una posible cura al problema de la infección zombie, y por tanto no hay posibilidad de cura y esto se puede alargar hasta el infinito y más allá... Curiosamente y estando todos los protas a no más de cincuenta metros de la explosión, que se supone que producía unos tres mil grados de temperatura, oye, tú, ni un rasguño ni la más leve quemadura...
En fin, pues vale, pues bueno, pues me alegro.
Y así acaba la primera temporada, con una patética caravana de supervivientes en coches más o menos destartalados que van camino a la nada... Buff. Para incondicionales de zombies tampoco la veo muy recomendable. Un susto de vez en cuando, pero visto un zombie, vistos todos. Incluso alguno de ellos se ve que están escojonados vivos de la risa... Pues vale también.
Meses después...
Era inevitable, con la cantidad de veces que repiten los capítulos de las series en la FOX, no tropezarme con los zombies y vale, lo confieso, me he parado un par de veces a ver cómo iba la cosa... Lo dicho, la serie es leeeeeenta, leeeeenta, los zombies son lo de menos, estamos dando vueltas y vueltas a las insípidas relaciones de los protas, un par de golpes de efecto al terminar los episodios pero, decididamente, no me gusta esta serie. Espero que los zombies se lo coman a todos, cuanto antes mejor.
9 de septiembre de 2015
Cuadernos itálicos (XII): Niza, día 2
Viernes, 27 de agosto de 2010. Nuestro paseo por Niza es muy breve; después de tanto trote por tierras italianas, la verdad es que se nota ya el agotamiento, y es que nos hemos pasado casi dos semanas pegándonos unos pateos importantes. Además nos espera un largo viaje de vuelta.
Decidimos volver a dar un paseo por el mismo sitio de la noche anterior, el promenade des Anglais, pero esta vez a plena luz del sol; nada que ver con haberlo recorrido por la noche, desde luego. Aunque también es cierto que a cualquier hora tiene su encanto. Después de un largo paseo por esta zona, nos dirigimos hacia la parte más alta de la ciudad; allí visitamos el castillo, desde el que no hace falta decir que hay unas vistas increíbles de toda Niza.
Una vez que hemos visitado el castillo y sus alrededores volvemos al centro callejeando tranquilamente, pasamos por el aparcamiento para recoger nuestro coche y nos ponemos en camino. Se acaban las vacaciones y Madrid nos espera...
Decidimos volver a dar un paseo por el mismo sitio de la noche anterior, el promenade des Anglais, pero esta vez a plena luz del sol; nada que ver con haberlo recorrido por la noche, desde luego. Aunque también es cierto que a cualquier hora tiene su encanto. Después de un largo paseo por esta zona, nos dirigimos hacia la parte más alta de la ciudad; allí visitamos el castillo, desde el que no hace falta decir que hay unas vistas increíbles de toda Niza.
Vistas desde el castillo. |
Una vez que hemos visitado el castillo y sus alrededores volvemos al centro callejeando tranquilamente, pasamos por el aparcamiento para recoger nuestro coche y nos ponemos en camino. Se acaban las vacaciones y Madrid nos espera...
8 de septiembre de 2015
Cuadernos itálicos (XI): Milán, día 2 / Como / Niza, día 1
Al día siguiente a primera hora aterrizamos en la puerta de la agencia de viajes Zani, con quienes haremos nuestra visita guiada por la ciudad. Hay visitas en varios idiomas, incluido el español, pero el día que nosotros vamos a estar en Milán toca en inglés; en cualquier caso nuestro guía habla muy claro y muy pausado, así que no tenemos ningún problema por seguir sus explicaciones. Una vez que estamos todos subidos en el autocar, y después de haber comprobado que los auriculares funcionan correctamente, nos ponemos en marcha.
Nuestra primera parada es la Scala, considerada por algunos el teatro de la ópera más famoso del mundo. Aún no ha empezado la temporada de ópera así que no tenemos ocasión de asistir a ningún espectáculo, pero sí nos asomamos a uno de los palcos para ver el escenario, que con la última remodelación lo ha convertido en el más grande de Europa. Lo que también tenemos ocasión de ver es el museo, que se encuentra en el mismo edificio del teatro y tiene dos plantas: en la planta baja vemos una completísima colección de objetos relacionados con la ópera, ordenados cronológicamente, y que incluye desde carteles originales de los estrenos de algunas óperas hasta el molde de la máscara funeraria de Verdi, que no es apta para escrupulosos porque conserva incluso algunos pelillos. También contemplamos diversas pinturas, objetos de vestuario y escenografía, partituras originales, instrumentos musicales... Y ya en la planta superior, nos encontramos un vestíbulo muy amplio, decorado con enormes lámparas de araña y varias esculturas de compositores famosos.
Nuestra siguiente parada es la galleria Vittorio Emanuelle, que está en un enclave de lo más privilegiado: entre la catedral y el teatro della Scala. Yo pensaba que esta galería era un centro comercial pijo sin más; sin embargo no hay nada como hacer las visitas con un guía que te cuente cosas que no encuentras en ningún otro sitio, por más que investigues y busques cosillas por internet o en los libros. Y es que la galleria Vittorio Emanuelle no es solo un centro comercial, sino que aparte de sus tiendas de marcas pijísimas tiene otras cosas que a mí me resultaron mucho más interesantes. Por ejemplo, su ubicación no es para nada casual; de hecho, si te colocas justo en el punto en el que se cruzan los dos pasillos de la galería, dejando la catedral a tus espaldas, verás que hay una línea recta que une la catedral, el pasillo, la estatua de Leonardo (que tiene la mirada fija en el teatro) y el teatro della Scala.
La galería desde luego es una pasada aunque sólo vayas a verla, sin intención de comprar nada. Está construida en hierro y cristal, lo que hace que tenga muchísima luz, y tiene una bóveda enorme y planta en forma de crucifijo. En el punto en el que se cruzan los dos pasillos, hay cuatro pinturas en la zona más alta de las paredes, una en cada esquina. Cada una representa uno de los cuatro continentes (falta Oceanía). También en este punto vemos, en el suelo, cuatro mosaicos con los escudos de varias ciudades italianas: Roma con la loba, Florencia con una azucena, Turín con un toro y Milán con la cruz roja. En el centro está el escudo heráldico de la familia Saboya, con una cruz blanca sobre fondo rojo. Como curiosidad, los milaneses dicen que trae buena suerte girar sobre uno mismo a la vez que con el tacón se pisan los testículos del toro que está representado en el escudo de Turín. No sé si realmente traerá buena suerte o no, pero la gente se lo debe de tomar al pie de la letra y de hecho el pobre toro ya no tiene ni testículos, porque han debido de taconearlo ya tantas veces que hay un agujero en el suelo, en el lugar donde deberían estar sus huevecillos.
El día anterior hemos subido a los tejados de la catedral, y ahora con nuestro guía la visitamos también por dentro. El exterior es impresionante, construido en mármol teñido de un ligero color rosa; y las puertas de bronce de su fachada principal conservan todavía las señales de las bombas que cayeron en sus proximidades durante la Segunda Guerra Mundial.
Quizá lo más llamativo de la catedral son sus frescos y sus vidrieras, que ascienden a 146, repartidas por todo el edificio. El techo parece que está formado por columnas talladas, pero en realidad se trata de un trampantojo. Otra cosa también destacada, sobre el altar mayor, es un clavo que supuestamente se utilizó para clavar a la cruz la mano derecha de Jesucristo; junto al altar se encuentra la cripta de San Carlos Borromeo, que exhibe los restos del santo en una urna de cristal. En uno de los laterales hay una escultura bastante curiosa; se trata de la obra San Bartolomé desollado, de Marco d'Agrate. La estatua es en realidad un estudio anatómico del cuerpo humano: se muestra al santo completamente descarnado, con la piel colgando en el hombro, y se pueden apreciar con todo detalle los músculos y tendones de su cuerpo.
Más curiosidades: hay una línea metálica que cruza la catedral de norte a sur; a lo largo de esta línea se colocaron 12 paneles que representan los signos del zodiaco. Las marcas no se colocaron aleatoriamente, sino que se basaron en los rayos de sol que entraban por uno de los orificios de la bóveda. Así, según la inclinación de los rayos podemos saber cuál es el día exacto y también el signo que corresponde a ese día.
Tras visitar la catedral pasamos con el autobús por el famoso Quadrilatero d'Oro y su no menos famosa via Manzoni, la zona de compras por excelencia en Milán; después llegamos hasta la piazza del Castello, lugar en el que se encuentra situado el castello Sforzesco, que fue la fortaleza originaria de la familia Visconti y posteriormente pasó a manos de los Sforza, que gobernaron Milán durante el Renacimiento. Lo primero que vemos al llegar allí es su imponente fachada con cuatro torres; pero después de eso, a mí se me van los ojos directamente a un montón de gatos, de todos los colores, tamaños y edades, que hay junto a la entrada, en el foso. Tienen pinta de ser medio salvajes, así que me llama mucho la atención verlos correr hacia el muro en cuanto aparece por allí una señora con un montón de bolsas de comida. De repente se juntan cerca de cuarenta gatos, sin exagerar. La señora coge una llave, abre la verja y baja hasta el foso para ponerles la comida. Y nos enteramos de que es la única persona en Milán que está autorizada para bajar al foso; es miembro de la Asociación de Amigos de los Gatos del Castillo y únicamente ella puede acceder al foso y alimentar a los gatines.
El interior del castillo alberga en la actualidad diez museos diferentes, entre los que destacan el Museo d'Arte Antica, en el cual podemos ver la famosa Pietá Rondanini de Miguel Ángel, inacabada; la Pinacoteca e Raccolte d'Arte, el Museo della Preistoria o el Museo degli Strumenti Musicali. Por último, en la parte trasera de la fortaleza está el Parco Sempione, con más de 47 hectáreas.
Nuestra última parada es la chiesa di Santa Maria delle Grazie, una iglesia que empezó a construirse en el siglo XV y que es especialmente conocida por la joya que alberga en su interior: el famoso fresco La última cena de Leonardo Da Vinci. Uno de los motivos que más nos había animado a contratar la visita con Zani Viaggi era precisamente el de tener la posibilidad de admirar esta obra, que está de lo más solicitada y para poder verla hay que reservar con bastante antelación.
Una vez dentro de la iglesia nos dividimos en dos grupos, porque el acceso está permitido únicamente a 20 personas cada vez; además, sólo te dejan estar en el refectorio (donde Leonardo pintó la obra) un tiempo máximo de 15 minutos, y está terminantemente prohibido hacer fotos. El guía nos da la entrada a cada uno, y cuando nos toca entrar tenemos que atravesar varias puertas de cristal que se abren y cierran automáticamente; más o menos como las de los bancos. Había estudiado esta obra en Historia del Arte, pero no sabía exactamente cuáles eran sus dimensiones exactas; y cuando entramos en el refectorio y la veo, me quedo alucinada. Ocupa toda una pared y mide algo más de 4 metros de alto por casi 9 de ancho. Este falso fresco se encontraba en un estado bastante malo tras sufrir varios siglos de deterioro, y la pena es que uno de los culpables fue el mismo Leonardo, ya que su amor por los experimentos lo llevó a pintar esta obra no con temple, que es la técnica habitual utlizada para los frescos, sino con una mezcla de óleo y témpera; de ahí que no se considere un fresco como tal, y también que su deterioro comenzara pocos meses después de que el artista lo finalizara. Para remate, los monjes tampoco fueron muy cuidadosos cuando tuvieron que elevar el suelo del refectorio y cortaron sin más la parte inferior de la pintura; y los restauradores en el siglo XIX no se esmeraron demasiado, ya que sus métodos incluían el alcohol y el algodón, con los que eliminaron por completo una capa de pintura. A todo esto se le suma que casi fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Así que, tras nada menos que 22 años de tareas de restauración, aproximadamente el ochenta por ciento del color original se ha perdido.
Y hasta aquí nuestro paseo por Milán, que me ha sorprendido muy gratamente. Ya se ha hecho un poco tarde para la hora de la comida pero igualmente nos ponemos en camino hacia Como, donde hemos previsto hacer una parada breve para hacer picnic a orillas del lago y pasear un poco por aquella zona. A última hora nos espera el hotel Acanthe en Niza, que será nuestro último destino de este viaje. Llegamos allí ya casi de noche y después de registrarnos y dejar los trastos en la habitación, nos da tiempo solo a dar una vuelta por el famoso promenade des Anglais, el paseo marítimo de la ciudad, que está a dos pasos de nuestro hotel.
Teatro della Scala. |
Nuestra siguiente parada es la galleria Vittorio Emanuelle, que está en un enclave de lo más privilegiado: entre la catedral y el teatro della Scala. Yo pensaba que esta galería era un centro comercial pijo sin más; sin embargo no hay nada como hacer las visitas con un guía que te cuente cosas que no encuentras en ningún otro sitio, por más que investigues y busques cosillas por internet o en los libros. Y es que la galleria Vittorio Emanuelle no es solo un centro comercial, sino que aparte de sus tiendas de marcas pijísimas tiene otras cosas que a mí me resultaron mucho más interesantes. Por ejemplo, su ubicación no es para nada casual; de hecho, si te colocas justo en el punto en el que se cruzan los dos pasillos de la galería, dejando la catedral a tus espaldas, verás que hay una línea recta que une la catedral, el pasillo, la estatua de Leonardo (que tiene la mirada fija en el teatro) y el teatro della Scala.
Galleria Vittorio Emanuelle. |
Catedral. |
Quizá lo más llamativo de la catedral son sus frescos y sus vidrieras, que ascienden a 146, repartidas por todo el edificio. El techo parece que está formado por columnas talladas, pero en realidad se trata de un trampantojo. Otra cosa también destacada, sobre el altar mayor, es un clavo que supuestamente se utilizó para clavar a la cruz la mano derecha de Jesucristo; junto al altar se encuentra la cripta de San Carlos Borromeo, que exhibe los restos del santo en una urna de cristal. En uno de los laterales hay una escultura bastante curiosa; se trata de la obra San Bartolomé desollado, de Marco d'Agrate. La estatua es en realidad un estudio anatómico del cuerpo humano: se muestra al santo completamente descarnado, con la piel colgando en el hombro, y se pueden apreciar con todo detalle los músculos y tendones de su cuerpo.
Más curiosidades: hay una línea metálica que cruza la catedral de norte a sur; a lo largo de esta línea se colocaron 12 paneles que representan los signos del zodiaco. Las marcas no se colocaron aleatoriamente, sino que se basaron en los rayos de sol que entraban por uno de los orificios de la bóveda. Así, según la inclinación de los rayos podemos saber cuál es el día exacto y también el signo que corresponde a ese día.
Castello Sforzesco. |
El interior del castillo alberga en la actualidad diez museos diferentes, entre los que destacan el Museo d'Arte Antica, en el cual podemos ver la famosa Pietá Rondanini de Miguel Ángel, inacabada; la Pinacoteca e Raccolte d'Arte, el Museo della Preistoria o el Museo degli Strumenti Musicali. Por último, en la parte trasera de la fortaleza está el Parco Sempione, con más de 47 hectáreas.
Santa Maria delle Grazie. |
Una vez dentro de la iglesia nos dividimos en dos grupos, porque el acceso está permitido únicamente a 20 personas cada vez; además, sólo te dejan estar en el refectorio (donde Leonardo pintó la obra) un tiempo máximo de 15 minutos, y está terminantemente prohibido hacer fotos. El guía nos da la entrada a cada uno, y cuando nos toca entrar tenemos que atravesar varias puertas de cristal que se abren y cierran automáticamente; más o menos como las de los bancos. Había estudiado esta obra en Historia del Arte, pero no sabía exactamente cuáles eran sus dimensiones exactas; y cuando entramos en el refectorio y la veo, me quedo alucinada. Ocupa toda una pared y mide algo más de 4 metros de alto por casi 9 de ancho. Este falso fresco se encontraba en un estado bastante malo tras sufrir varios siglos de deterioro, y la pena es que uno de los culpables fue el mismo Leonardo, ya que su amor por los experimentos lo llevó a pintar esta obra no con temple, que es la técnica habitual utlizada para los frescos, sino con una mezcla de óleo y témpera; de ahí que no se considere un fresco como tal, y también que su deterioro comenzara pocos meses después de que el artista lo finalizara. Para remate, los monjes tampoco fueron muy cuidadosos cuando tuvieron que elevar el suelo del refectorio y cortaron sin más la parte inferior de la pintura; y los restauradores en el siglo XIX no se esmeraron demasiado, ya que sus métodos incluían el alcohol y el algodón, con los que eliminaron por completo una capa de pintura. A todo esto se le suma que casi fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Así que, tras nada menos que 22 años de tareas de restauración, aproximadamente el ochenta por ciento del color original se ha perdido.
Como. |
6 de septiembre de 2015
Mujeres masoquistas
© Terra. |
En líneas generales, es siempre la mujer la que carga (del verbo cargar, con todo lo que ello conlleva) con el llevar adelante la vida familiar. Y cuidado, no es una crítica a los hombres; bien al contrario, somos las mujeres las que nos ponemos en primera línea de fuego porque nos creemos capaces de todo y más. Hay dos casos bien diferenciados: la mujer que no tiene trabajo remunerado, por lo que sea, pero que generalmente es porque si hay niños alguien en la pareja tiene que asumir la principal responsabilidad de su cuidado; y las que tienen trabajo remunerado y quieren conciliar trabajo y familia.
Pocos hombres se plantean seriamente lo de la "conciliación", y sobre todo va a ser porque a mismo puesto de trabajo y misma cualificación profesional, misteriosamente las féminas ganan menos. ¿Por qué? Tenemos las mujeres un cierto toque masoquista para aceptar ciertas cosas inaceptables y estar siempre preocupadas, por todo. Porque una mujer que no se preocupa es una ¿mala madre?, y si te preocupas, ¿eres una histérica?
Aclaremos las cosas.
Cuando uno tiene estabilidad para formar una familia, la cosa acaba por joderse, sí o sí. O como mal menor se transforma en algo muy distinto a la idea original. Los matrimonios acaban siendo meras empresas con un no siempre equitativo reparto de puestos de responsabilidad y méritos. Y es que son pocas las casas, que han criado a los que ahora somos padres y madres, en las que se haya inculcado a los hijos e hijas la idea de compartir responsabilidades. Y de respeto mutuo.
No, no nos engañemos.
Todos sabemos o podemos conducir, todos podemos estudiar y trabajar, pero a la hora de la verdad no hay cosa más desastrosa para una mujer que formar una familia. El tener hijos corta las alas profesionales de una mujer pero no de un hombre. Porque el hombre (y también la mujer) "asume" que si alguien va a tener el peso de la crianza va a ser la parte femenina de la pareja, de forma voluntaria o porque el hombre gana más y no hay más remedio que tirar por ahí, o porque sí, o porque qué va a pensar la gente.... Seguimos mucho con la bobada esa del qué dirán, sobre todo en los pueblos. Yo nunca he vivido en eso que se denomina "pueblo", pero sí te cuentan cómo funciona la historia. Y desde luego, no hay peor pueblo que la propia familia, esa institución fundamental de la sociedad que consiste en que hasta ese primo lejano de tu madre, que no te conoce más que por foto, se permite el lujo de opinar sobre tu vida personal y se atreve a juzgar vidas ajenas blandiendo la bandera de "la familia".
Pero ese no es el tema.
El tema es que el machismo existe y cada vez más. No el machismo de no dejar estudiar a las chicas o vigilar cómo se visten, sino otro más sibilino y, en mi opinión, mucho peor. Es el machismo emocional, que consiste, sorprendentemente, en que ahora las chicas más jóvenes se "cuelgan " de manera inaudita de los chicos, a los que hay que demostrar que eres perfecta. Es el síndrome Angelina Jolie, pillar al príncipe azul después de vivir la vida a tope y cargarse de hijos sin dejar de ser sexy, deseable y hasta solidaria. Joer, qué estrés y qué pereza. Pero las yogurinas que te encuentras los fines de semana de fiestuki con las pandillas es para echarse a llorar. Las chicas van vestidas, y decir vestidas es ser muy generoso, con unas pintas que dan miedo, Y frío, mucho frío; esos minishorts con tacones de aguja dan, más que nada, mucho frío. Las hay que lo lucen, pero en general, los minishorts con tacones de aguja no favorecen nada a la adolescente típica española.
Pero no es que me parezca mal el cómo vayan vestidas, eso me parece estupendo; por mí como si es moda llevar una fregona atada en el pelo; eso es lo de menos. Lo malo, desde mi punto de vista de mujer, es que exhiben cacho y no siempre con buen gusto, y no porque les guste vestir así sino para "pillar" chicos, para crearse un "historial" previo al definitivo hombre de su vida, que está a punto de llegar y con el que serán felices para siempre jamás.
Yo es que siempre he sido rara, de yogurina salía a pasarlo bien y bailar, nunca a pillar nada y mucho menos a enrollarme en los baños de una discoteca con un absoluto desconocido, por muy bueno que estuviese. Es decir, ahora a las chiquilinas les da por imitar el peor de los supuestos comportamientos masculinos, que es el follar con quien sea sin mirar quién es. Bueno, eso no tendría nada de malo si de verdad esa fuera la única intención, pero no es cierto. Resulta que si no eres una chica "deshinibida total", no ligas, pero si ligas por ser tan guay, los tíos pasan de ti al minuto siguiente. Es todo demasiado complicado, y de ahí viene el que da igual que ahora se tenga toda la información del mundo sobre métodos anticonceptivos: los embarazos juveniles aumentan, y todo lo que ello conlleva.
Naturalmente, no es una conducta absoluta, pero sí es lo que, por lo visto, ahora predomina. Los chicos, ante tanta oferta de chicas con feroz ganas de marcha, se lo toman como un regalo y punto. No nos es ajeno que los cerebros masculinos y femeninos funcionan de distinta manera, y lo que para una chica puede ser el comienzo de una relación, para un chico es solo un fin de semana más. Y eso es así y no hay Ministerio de Igualdad que lo cambie. Luego tenemos la misma historia en años siguientes: las parejas se rompen, y mientras un divorciado con ganas de eso que se llama "rehacer" su vida lo tiene más o menos fácil, la divorciada lo lleva peor, porque el "mercado" se reduce y la competencia es temible. Hay divorciadas de veintipico hasta edad indefinida luchando por llevarse a casa un hombre que ayude a pagar las facturas y que arregle esa lámpara que siempre se funde.
Vamos, lo que yo defino como "machismo emocional", ese "tragar" con lo que sea con tal de no estar sola en la vida... Y cada vez más se da ese triste espectáculo. Ya sabemos que la adolescencia siempre es una etapa complicada, pero ahora mismo lo debe de ser aún más, y encima la adolescencia se prolonga hasta los cincuenta años en muchos casos.
Los chicos, ídem. Hay dos tipos bien diferenciados: el que va con los pantalones por los tobillos y cuidado desaliño, como sucio pero sin ir sucio, que es una cosa que debe de llevar mucho tiempo preparar y no luce nada; y el que va súper alicatado, camisa ajustada con pezoncillos marcados y moreno de lámpara.Yo no sé qué es peor, sinceramente. Pero el caso es que da igual la estética cuando no hay ética. El caso es que los años tontos de la adolescencia acaban pasando y llega el momento de "reloj biológico", otra tontería que se nos ha inculcado. Esa edad no definida en la que ya solo te apetece compartir cama con la una sola persona y que te mimen y mimar. No dura mucho porque... Porque no, porque la vida, la hipoteca, el trabajo, el maldito despertador, se empeñan en molestar el idilio eterno, pero siempre que apetezca mimar y ser mimado, algún rato bueno habrá.
Y avanzando avanzando, el caso es que si el niño se pone malo en el colegio, a quien primero llaman es a mamá sí o sí, sea ama de casa o cirujano cardiovascular. A los padres no se les molesta con cosas de colegio, que es lo que parece que es práctica generalizada. O el señor marido se va de congreso o de lo que sea una semana o tres meses sin ningún remordimiento, porque es su trabajo, y ya su mujer se arregla. Y sí, te arreglas, pero te estresas. Aunque da igual que nadie te lo va a agradecer. Eres mujer y puedes con todo. O algo más tonto que me pasado hace poco y que no quiero dejar de contar, porque es alucinante.
En un curso al que asisto, con mayoría aplastante de mujeres, en una proporción de 20/5 se nombra "delegado" a uno de los escasos chicos asistentes... Eso ya da idea de cómo funciona la cosa. Yo no estaba ese día, pero aluciné no poco con el resultado de la elección. A pesar de los pesares, somos las mujeres las que acabamos aupando a los hombre sobre nuestras cabezas. Y otro detalle, y esto es una pijada pero ya el colmo de los colmos. Esperando a entrar en clase mientras el profesor de turno se retrasaba, la profesora de la clase de al lado, que estaba dando clase con la puerta abierta (ignoro la razón), nos pide a "las chicas" que nos quitemos del ángulo de visión de sus alumnos porque los chicos no se concentran y se distraen. Y no estamos hablando precisamente de un curso de la ESO, que todos somos mayores de edad hace años.
Yo ese día me di cuenta de que este país va de fatal a peor, y fue la primera vez en mi vida que me vi en situación tan ridícula de tener que "escondernos", mis compañeras y yo, para no alterar el normal funcionamiento de un aula, cuando lo lógico sería que la profesora pusiese orden en su clase independientemente de la presencia de gente en el pasillo. Y que ninguna íbamos de minishorts... ¿Y esto va a ser que ahora las mujeres somos todas un cacho de carne disponible que por el mero hecho de existir "provocamos" a los hombres? ... Pero ¿qué demonios está pasando?
Yo no entiendo nada, de verdad. Y eso por poner pequeños ejemplos y no alargarme.
Luego habrá casos y casos, gentes y gentes, y familias y familias, pero es bien triste que el machismo existe y hay que reconocerlo, porque las mujeres lo consentimos y muchas veces lo fomentamos. No de manera consciente, pero cada vez que tengo una cena de amigas oigo las mismas historias: las mujeres siempre correteando de un lado para otro tratando de ser la mejor en todo, la más profesional, la más limpia, la más guapa, la más enterada de todo, la mejor madre... La mejor de las mejores en todo.
Envidio a los hombres, que en sus cenas ni se acuerdan de mencionar las toses de sus niños ni ese remedio infalible para que los cristales de la cocina queden brillantes e impecables, o la última crema facial milagrosa.
Lamento decirlo, pero nunca me he llevado bien con mis congéneres femeninas y con el tiempo no ha mejorado esa impresión. Me aburren profundamente las "conversaciones femeninas". Yo también tuve esa época en la que, sin que nadie me dijera nada, tenía que demostrar al mundo y a mí misma que podía con todo y además de buen humor. Hasta que me di cuenta de que no se puede hacer todo bien, y que además tampoco pasa nada.
Por eso cuando empiezan las conversaciones sobre las "penurias familiares varias" me voy al baño a retocarme el maquillaje, y a la vuelta procuro cambiar de tema a cosas más pueriles como yo qué sé, lo que sea; la crisis mundial, por ejemplo.
3 de septiembre de 2015
Cuadernos itálicos (X): Venecia, día 3 / Milán, día 1
Vistas desde el campanile. |
Es una maravilla haber podido pasear por Venecia, la ciudad italiana que más me apetecía conocer y que, a pesar de lo que me habían dicho, no me ha defraudado en absoluto. Tenían razón aquellos que afirmaban que no merece la pena utilizar un mapa para moverse por la ciudad; y es que creo que la mejor sensación veneciana que me llevo es precisamente la de caminar sin rumbo por el entramado de calles, callejones y canales: llegas a una calle que de repente se bifurca, y no sabes si continuar por la derecha o por la izquierda; continúas al azar y sales a una plaza en la que confluyen un montón de callejuelas; eliges una cualquiera y de repente apareces en un puente; cruzas un canal por ese puente, giras por otra calle y encuentras una librería con primeras ediciones de libros famosos; o ves un poco más adelante una tienda con máscaras y disfraces de carnaval (de esto hay para aburrir en toda la ciudad); o llegas a una de artículos de regalo, que principalmente suelen ser cosas hechas con cristal de Murano; ves otra con todo tipo de objetos con el logotipo de Vespa; una papelería con infinidad de artículos de escritorio, cuyos escaparates me podría pasar horas y horas mirando... O incluso un Hard Rock Cafe ahí medio escondido, o una casa con una placa conmemorativa en la que te cuentan que el mismísimo Mozart se alojó allí durante las celebraciones del carnaval veneciano del año 1771. Sin duda, volveré para seguir descubriendo nuevos rincones.
Piazza San Marco, basílica y campanile. |
Subida a los tejados de la catedral. |
El acceso al tejado se hace desde el exterior; si rodeamos la catedral por su lado izquierdo, nos encontramos directamente con la taquilla. Se puede subir andando o en ascensor, pero cuando entramos no vemos por ningún sitio escaleras de acceso, así que como en la taquilla nos señalan el ascensor, subimos en él. Casi mejor, porque yo aún tengo en la cabeza la subida al campanile de la catedral de Florencia y me dan los sudores fríos; aunque en el caso de Milán, solo son 165 escalones. Desde el sitio en el que te deja el ascensor tienes que subir andando un poco más hasta el tejado. No hay ninguna indicación, así que puedes ir más o menos a tu aire hasta llegar arriba; de todas formas hay sitios que están cerrados con una verja metálica, así que no hay pérdida.
Es una sensación de lo más raro, como ir paseando por un bosque pero que en lugar de árboles tiene chapiteles, estatuas y pináculos. Dicen que si el día está muy despejado se puede ver incluso Suiza, pero nosotros no tenemos esa suerte (o bien no sabemos exactamente dónde está Suiza). Una vez en lo más alto, caminamos sobre el tejado a dos aguas. Y también contemplamos la escultura de cobre dorado de la Madonnina, la virgen protectora de la ciudad; la escultura llama tanto la atención que casi hace que te pase desapercibido el detalle de que esta catedral no tiene campanario. Y por supuesto, ni hace falta decir que las vistas desde aquí son espectaculares, independientemente de que hayamos sido capaces o no de localizar Suiza.
Galleria Vittorio Emanuelle. |
2 de septiembre de 2015
Cuadernos itálicos (IX): Venecia, día 2
Este día sí que sí, lo aprovechamos enterito para patearnos Venecia de punta a punta. Como vamos en coche, tenemos que dejarlo a la entrada de la ciudad; en piazzale Roma hay un aparcamiento inmenso en el que, al menos cuando nosotros viajamos, te cobran por tramos de 12 horas. Así que te da exactamente lo mismo dejar el coche todo el día que dejarlo 20 minutos, porque lo mínimo que te van a cobrar son 12 horas... Una vez que soltamos el coche empezamos a andar, siguiendo las señales que indican piazza San Marco, que por cierto están repartidas por toda la ciudad; ya me han advertido de que en Venecia da lo mismo que lleves mapa o no, porque no vas a conseguir orientarte con él. Nosotros no lo llevamos, pero en cualquier caso, aunque te pierdas por la ciudad, en algún momento vas a encontrarte una señal que indique o bien piazzale Roma o bien piazza San Marco, así que no hay que desesperarse.
Para empezar, nosotros vamos desde piazzale Roma en dirección a San Marcos, y en nuestro itinerario pasamos por una serie de lugares que os iré detallando. Uno de los primeros edificios que vemos es la Casa di Goldoni, que data del siglo XV y es donde nació Carlo Goldoni, el dramaturgo más célebre de Venecia. Hoy día la casa natal del autor puede visitarse y en ella se conserva mucho material sobre su vida y su obra.
Un poco más adelante, llegamos a uno de los tramos del Canal Grande, aunque con esto de que es el más famoso de la ciudad, a poco tiempo que pases en Venecia te lo encontrarás infinidad de veces durante tus paseos. Este canal tiene forma de S invertida y mide algo más de 3 kilómetros de largo, tiene 6 metros de profundidad y entre 40 y 100 metros de anchura, según los tramos. Como veis, todo un señor canal que además divide la ciudad en dos.
Otro de los puntos por los que pasamos, y que es de los más conocidos de Venecia, es el Ponte di Rialto, situado en el mismo lugar en el que se ubica el mercado, y fue construido a finales del siglo XVI por Antonio da Ponte, que fue el elegido entre varios arquitectos para este encargo. Desde este puente dicen que hay una de las mejores vistas del gran canal. Y por fin, después de andar un poco más, llegamos a la Piazza San Marco; cualquier cosa que dijera se quedaría corta para describir la belleza de esta plaza, que te deja boquiabierto cuando vas callejeando y de repente te encuentras con ella, atestada de turistas y sobre todo de palomas medio kamikazes. Si en el rato que estés en la plaza te pilla cerca cualquier hora en punto, podrás ver cómo las esculturas de los moros que hay en la torre dell'Orologio dan las horas, golpeando la campana que se encuentra en lo alto de esta torre. Y si te apetece darte un homenaje, siempre puedes acercarte a tomar un café a los famosos Florian o Quadri, que están en la misma plaza y datan del siglo XVIII. En ellos, además de tomar café o lo que quieras, te amenizarán la velada con una orquesta de cámara que toca en directo, así que ve preparando la pasta...
Dejamos a nuestras espaldas la plaza y, rodeando el palacio ducal, llegamos al ponte dei Sospiri, que se llama así por los suspiros que supuestamente daban, al pasar por él, los que eran conducidos de camino a los calabozos de la prisión construida junto al palacio ducal. A mí casi me da un ataque cuando lo veo, porque tanto bombo con el puente de los suspiros y resulta que al asomarme descubro que lo están arreglando y lo han tapado con una tela enorme que lleva impreso un anuncio, también enorme, de Coca-Cola. Vamos, que el puente casi ni se ve; ya se lo podían haber currado un poquito más y decorar la lona por ejemplo con una ilustración del propio puente...
Junto a este puente hay varias paradas de vaporetto, que es el principal medio de transporte para ir de una isla veneciana a otra. Lo que decidimos hacer es comprar un billete de 24 horas, con el que podremos utilizarlo ilimitadamente durante todo ese tiempo; así podemos ver Venecia unos ratos caminando y otros navegando de un sitio a otro, bajándonos si algo nos llama la atención y volviendo a subir al vaporetto, o bien siguiendo nuestro recorrido a pie. La verdad es que lo del billete por horas resulta de lo más práctico, y desde aquí mismo hacemos nuestros primeros pinitos en este medio de transporte. Cogemos un barco al azar, que en este caso nos lleva por el gran canal en la misma dirección en la que habíamos venido a primera hora de la mañana: el puente de Rialto. Y seguimos viendo más cosas.
Pasamos por la chiesa di Santa Maria della Salute, que se construyó en el siglo XVII en honor de la Virgen María, ya que se creía que había librado a la ciudad de un brote de peste. Su exterior es precioso, pero su interior alberga un auténtico tesoro, y es que lo más destacado de esta iglesia son varias pinturas de Tiziano.
Otro de los puntos en los que bajamos del vaporetto es la basilica di San Marco, que mezcla varios estilos arquitectónicos, aunque el predominante es el bizantino. Tiene planta de cruz griega y cinco cúpulas, y para su construcción se tomó como modelo la de los Doce Apóstoles de Constantinopla. Se convirtió en la catedral de Venecia en 1807, y lo más destacado de su exterior (aparte de la fila interminable de gente esperando para entrar) es la galería que se encuentra encima de la entrada principal, en la que hay cuatro caballos de bronce dorados (son copias; los originales están dentro). Como hay una cola increíble para entrar, decidimos dejarlo para más tarde y buscamos otra parada de vaporetto para ir a visitar una de las 117 islas de Venecia.
Hacemos una parada en la isla de Lido, que es famosa especialmente por sus playas. Nos dedicamos a darnos un paseo por allí y después cogemos otro vaporetto de vuelta a San Marcos; esta vez bajamos un momento en el recinto de la Bienale, donde se celebra el festival de cine de Venecia, aunque no podemos ver los jardines más que por fuera, porque están de obras y no se puede entrar. Así que volvemos hacia la basílica, esta vez para intentar entrar, aprovechando que hay bastante menos gente que por la mañana. La entrada a la basílica es gratuita, y sólo hay que pagar si quieres subir al balcón de la fachada o a ver el tesoro; como en todas las iglesias italianas, no se pueden llevar pantalones ni faldas cortos ni escotes demasiado pronunciados ni los hombros al descubierto. Tampoco se puede entrar con mochilas ni con bolsos demasiado grandes, pero muy cerca de la basílica hay una consigna en la que te dejan "aparcar" tus trastos durante una hora, de forma gratuita. No tengo ni idea de cómo controlarán exactamente el tiempo, porque entre la cantidad de gente que hay y que aparentemente no apuntan en ningún sitio a qué hora has dejado las cosas, no me queda muy claro cómo se darán cuenta de si alguien se pasa de la hora.
San Marco no es una catedral excesivamente grande, pero sí muy llamativa. Los mosaicos que hay en el interior brillan tanto que deslumbran, y debes tener cuidado si vas mirándolos mientras andas por la basílica, porque los suelos son irregulares y te puedes dejar los dientes en algún desnivel traicionero. Aquí se conservan las reliquias de San Marcos, en un sarcófago debajo del altar.
Dejamos la basílica a nuestras espaldas y, yendo hacia nuestra izquierda, llegamos al palazzo Ducale, que era la residencia oficial de los dux, y también la sede del gobierno. Es un edificio muy llamativo, de estilo gótico, con fachadas de piedra blanca y mármol rosa; una de ellas da a la piazza di San Marco y la otra al gran canal.
Después de comer para reponer fuerzas, volvemos a coger un vaporetto y esta vez nos acercamos a la isla de Murano; el trayecto es de unos tres cuartos de hora, así que da tiempo a ver el paisaje y descansar. Esta isla es el paraíso perfecto si lo que quieres es comprar objetos de cristal. En Venecia también los tienes, pero en Murano parece que lo único que hay son tiendas de estos objetos. En muchas de ellas puedes entrar al taller para ver cómo se elaboran las piezas, y por supuesto en todas tienes una exposición de los artículos que venden. Hay una variedad increíble, desde lámparas de techo hasta marcapáginas, pasadores para el pelo, plumas para escribir, tapones para botellas, llaveros... Si tenéis previsto hacer algún regalo de cristal de Murano, este es el sitio ideal. Y si os apetece dar un paseo en plan tranquilo, hay muchísima menos gente que en Venecia.
A la vuelta de Murano, de nuevo en vaporetto, pasamos por debajo del ponte di Calatrava, construido por este arquitecto español. Esto supongo que va en gustos, pero comparando el de Calatrava con el de Rialto por ejemplo, me quedo con este último. Es que las cosas que he visto hasta ahora de este hombre no me han gustado demasiado, qué le vamos a hacer; y este puente no es una excepción... Además es tan moderno que personalmente me parece un pegote ahí en medio; y eso que está en la zona de la estación de trenes, que no quiero ni pensar cómo habría quedado por ejemplo junto a alguno de los muchos palacios que hay repartidos por la ciudad...
Ya nos habían dicho que Venecia por la noche es una ciudad con muchísimo encanto, así que dedicamos el resto de la tarde a callejear un poco más, y cuando empieza a atardecer volvemos de nuevo a San Marco para coger un vaporetto hasta piazzale Roma, recogemos el coche del aparcamiento y volvemos al hotel. Y después de todo esto, doy fe de que efectivamente Venecia de noche tiene muchísimo encanto.
Casa di Goldoni. |
Un poco más adelante, llegamos a uno de los tramos del Canal Grande, aunque con esto de que es el más famoso de la ciudad, a poco tiempo que pases en Venecia te lo encontrarás infinidad de veces durante tus paseos. Este canal tiene forma de S invertida y mide algo más de 3 kilómetros de largo, tiene 6 metros de profundidad y entre 40 y 100 metros de anchura, según los tramos. Como veis, todo un señor canal que además divide la ciudad en dos.
Piazza San Marco. |
Dejamos a nuestras espaldas la plaza y, rodeando el palacio ducal, llegamos al ponte dei Sospiri, que se llama así por los suspiros que supuestamente daban, al pasar por él, los que eran conducidos de camino a los calabozos de la prisión construida junto al palacio ducal. A mí casi me da un ataque cuando lo veo, porque tanto bombo con el puente de los suspiros y resulta que al asomarme descubro que lo están arreglando y lo han tapado con una tela enorme que lleva impreso un anuncio, también enorme, de Coca-Cola. Vamos, que el puente casi ni se ve; ya se lo podían haber currado un poquito más y decorar la lona por ejemplo con una ilustración del propio puente...
Junto a este puente hay varias paradas de vaporetto, que es el principal medio de transporte para ir de una isla veneciana a otra. Lo que decidimos hacer es comprar un billete de 24 horas, con el que podremos utilizarlo ilimitadamente durante todo ese tiempo; así podemos ver Venecia unos ratos caminando y otros navegando de un sitio a otro, bajándonos si algo nos llama la atención y volviendo a subir al vaporetto, o bien siguiendo nuestro recorrido a pie. La verdad es que lo del billete por horas resulta de lo más práctico, y desde aquí mismo hacemos nuestros primeros pinitos en este medio de transporte. Cogemos un barco al azar, que en este caso nos lleva por el gran canal en la misma dirección en la que habíamos venido a primera hora de la mañana: el puente de Rialto. Y seguimos viendo más cosas.
Chiesa di Santa Maria della Salute. |
Otro de los puntos en los que bajamos del vaporetto es la basilica di San Marco, que mezcla varios estilos arquitectónicos, aunque el predominante es el bizantino. Tiene planta de cruz griega y cinco cúpulas, y para su construcción se tomó como modelo la de los Doce Apóstoles de Constantinopla. Se convirtió en la catedral de Venecia en 1807, y lo más destacado de su exterior (aparte de la fila interminable de gente esperando para entrar) es la galería que se encuentra encima de la entrada principal, en la que hay cuatro caballos de bronce dorados (son copias; los originales están dentro). Como hay una cola increíble para entrar, decidimos dejarlo para más tarde y buscamos otra parada de vaporetto para ir a visitar una de las 117 islas de Venecia.
Hacemos una parada en la isla de Lido, que es famosa especialmente por sus playas. Nos dedicamos a darnos un paseo por allí y después cogemos otro vaporetto de vuelta a San Marcos; esta vez bajamos un momento en el recinto de la Bienale, donde se celebra el festival de cine de Venecia, aunque no podemos ver los jardines más que por fuera, porque están de obras y no se puede entrar. Así que volvemos hacia la basílica, esta vez para intentar entrar, aprovechando que hay bastante menos gente que por la mañana. La entrada a la basílica es gratuita, y sólo hay que pagar si quieres subir al balcón de la fachada o a ver el tesoro; como en todas las iglesias italianas, no se pueden llevar pantalones ni faldas cortos ni escotes demasiado pronunciados ni los hombros al descubierto. Tampoco se puede entrar con mochilas ni con bolsos demasiado grandes, pero muy cerca de la basílica hay una consigna en la que te dejan "aparcar" tus trastos durante una hora, de forma gratuita. No tengo ni idea de cómo controlarán exactamente el tiempo, porque entre la cantidad de gente que hay y que aparentemente no apuntan en ningún sitio a qué hora has dejado las cosas, no me queda muy claro cómo se darán cuenta de si alguien se pasa de la hora.
Basilica di San Marco. |
Dejamos la basílica a nuestras espaldas y, yendo hacia nuestra izquierda, llegamos al palazzo Ducale, que era la residencia oficial de los dux, y también la sede del gobierno. Es un edificio muy llamativo, de estilo gótico, con fachadas de piedra blanca y mármol rosa; una de ellas da a la piazza di San Marco y la otra al gran canal.
Palazzo Ducale. |
De camino a Murano. |
Ya nos habían dicho que Venecia por la noche es una ciudad con muchísimo encanto, así que dedicamos el resto de la tarde a callejear un poco más, y cuando empieza a atardecer volvemos de nuevo a San Marco para coger un vaporetto hasta piazzale Roma, recogemos el coche del aparcamiento y volvemos al hotel. Y después de todo esto, doy fe de que efectivamente Venecia de noche tiene muchísimo encanto.
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