Salimos temprano hacia Lisboa, aunque aprovechando que Juan no lo conoce, hacemos una parada técnica en Trujillo para desayunar. Vamos a estar por allí poco rato, así que soltamos el coche y vamos andando hacia el centro.
Nuestra primera parada es, por supuesto, la plaza mayor, con su imponente estatua ecuestre de Pizarro y la iglesia de San Martín. Bajo los soportales de la plaza nos sentamos en una terracita, que a esas horas tan tempranas está medio vacía, y desayunamos para coger fuerzas.
Después del desayuno nos dirigimos hacia la parte alta de la ciudad. Dejando a nuestra espalda la plaza mayor, tomamos la calle que queda justo entre Pizarro y San Martín, hasta llegar al arco de Santiago. Una vez allí seguimos callejeando y aunque no visitamos nada porque prácticamente todo está aún cerrado, pasamos por la casa-museo de Pizarro, la iglesia de Santa María la Mayor y la iglesia de San Francisco.
Una vez en la cima, nos encontramos con el castillo árabe, desde el que hay unas vistas bastante bonitas de la ciudad. Después volvemos a bajar y seguimos nuestro camino hacia Lisboa. Esta vez no hemos estado demasiado tiempo en Trujillo, pero seguramente planeemos alguna visita con más tranquilidad para poder verlo todo bien.
Continuamos nuestro viaje y, ya que se acerca la hora de comer y nos habían dicho que antes de llegar a Lisboa merecía la pena hacer una parada en Estremoz, un pueblo muy bonito y amurallado, decidimos buscar un sitio por allí para almorzar. Al final nos metemos en el primer restaurante que vemos, porque después de dar algunas vueltas por allí (casi me escoño, por cierto, bajando por una cuesta cerca de la muralla), me temo que no estamos en absoluto de acuerdo con la persona que nos aconsejó parar en Estremoz. Con decir que ni siquiera llegamos a sacar la cámara para hacer ninguna foto...
Después de comer seguimos hacia Lisboa. Nuestro aterrizaje allí resulta un poco estresante, ya que nos pillan un montón de obras por la carretera y el camino se nos hace interminable. Además, aún no tenemos GPS y no hay forma de encontrar el hotel. En el plano que llevamos somos capaces de localizar la calle, pero llegamos a la conclusión de que debe de hacer algún recoveco raro, porque por más vueltas que damos no conseguimos llegar. Y a todo esto, nos cae algún que otro pitido de conductores impacientes... Al final, ya hartos de dar vueltas y más vueltas, paramos en una marquesina para preguntarles a unas abuelitas muy amables que están esperando al autobús, y por fin conseguimos llegar a nuestro destino.
Eso sí, al entrar en el hotel Villa Rica y ver nuestra pedazo de habitación, se nos quitan las penas. Como ya son cerca de las 8 de la tarde y estamos medio muertos, nos acomodamos un poco, investigamos por los alrededores para localizar un sitio donde cenar, y nos vamos a dormir pronto para empezar nuestra excursión por Lisboa al día siguiente bien temprano.
Me encanta Lisboa, por cierto, mis padres están ahí ahora precisamente
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