Otro nuevo día en el que madrugamos un poco para llegar pronto a Kassel, ya que desde Maguncia nos separan unos 220 kilómetros. Aproximadamente a las 10 de la mañana ya estamos por allí.
Como muchas otras ciudades, Kassel fue prácticamente destruida durante la Segunda Guerra Mundial, así que tuvo que reconstruirse casi desde cero. Sin embargo, a pesar de la proliferación de construcciones nuevas, la ciudad sigue conservando unas extensísimas zonas verdes.
Casi todo el centro de Kassel es peatonal y gira alrededor de sus dos plazas principales: Königsplatz y Friedrichsplatz. Sin embargo, nosotros del centro vemos más bien poco, ya que nos dirigimos a la zona típicamente turística, que se encuentra a unos 7 kilómetros, en Schlosspark Wilhelmshöhe, a donde se llega a través de una de las calles principales de Kassel: Wilhelmshöhe Allee.
Dentro de este enorme parque se pueden encontrar varias zonas de interés, que mencionaré a continuación. Si no nos apetece visitar los edificios y monumentos, solamente la visita al parque y el paseo por el bosquecillo ya merecen la pena. Según nos vamos adentrando por los caminos, veo que algunos rincones me recuerdan a Rivendel, y me da la sensación de que en cualquier momento aparecerá un elfo de detrás de algún árbol. En la foto de la derecha, sin ir más lejos, está claro que faltan Aragorn y Arwen...
Por cierto, la entrada al parque nos resulta un poco estresante, porque no hay manera de encontrar el acceso por ninguna parte. Después de un rato dando vueltas, nos fijamos en que hay un par de coches que entran por un camino de tierra, parando justo antes en una especie de garita pequeña, como las que hay en las entradas de los aparcamientos. Es que claro, por ahí aparentemente no se puede pasar, porque hay un bolardo de estos que sobresalen del suelo y se retraen cuando va a pasar un vehículo.
Después de ver que los coches paran ahí y tocan algo en la garita, nos imaginamos que a lo mejor te dan una tarjeta para poder dejar el coche en el aparcamiento del parque. Así que eso hacemos. Pero cuál es nuestra sorpresa cuando al darle al botoncillo oímos una voz de ultratumba que dice: "Hallo, hallo?". Intentamos explicarle en inglés que queremos acceder al parque, pero quien sea o no nos entiende o no nos oye bien, porque al final sin decir ni pío baja el bolardo y ya podemos pasar. Aunque luego nos pasamos un rato estresados pensando cómo vamos a salir de allí otra vez... Una vez que conseguimos entrar al parque, dejamos el coche por allí y nos disponemos a caminar.
Lo primero que te encuentras a la entrada es el Schloss Wilhelmshöhe, un palacio barroco del siglo XVIII (se construyó entre 1786 y 1798) que fue la residencia del kaiser Guillermo II. Alberga la Galerie Alter Meister (galería de maestros clásicos), abierta de 10 a 17 de martes a domingo. En su interior se encuentra una de las mejores colecciones del país, especialmente de pintura flamenca y barroca holandesa. La entrada a este museo, que vale 3,50 euros, permite el acceso al castillo Weissensteinflügel (situado en el ala sur), pero no a la estatua de Hércules.
Comenzamos a subir por los caminos del parque y vamos pasando por pequeños lagos, parterres preciosos llenos de flores, multitud de árboles por todas partes, lugareños paseando con sus perros... Tiene toda la pinta de que este sitio es uno de los favoritos de los habitantes de Kassel para pasar un día tranquilo, porque hace buen tiempo y nos encontramos a gente incluso tomando el sol tumbada en el césped, o haciendo picnic. Según vamos subiendo, empezamos a vislumbrar el castillo Löwenburg y me doy cuenta de lo alto que está el puñetero Hércules...
La estatua de Hércules se encuentra situada a 600 metros por encima del nivel del mar, y se construyó entre 1707 y 1717 como símbolo del poder de la zona. Parece que a los alemanes les gusta bastante la figura de Hércules, porque la hemos encontrado en algún que otro sitio más. Esta estatua está construida sobre una montaña desde la que se domina toda la ciudad, y llegamos hasta ella después de subir nada menos que 449 peldaños hasta la cima (a mí me costó un poco, para variar).
Las vistas merecen la pena, aunque la construcción no la vemos por dentro porque está todo lleno de andamios (nos persiguen los andamios y las obras en este viaje). Pongo una foto de lo que se puede ver si nos situamos justo a los pies de Hércules; la estatua está chula, pero los andamios en las fotos no salen muy favorecidos... Para los interesados, la entrada a la estatua cuesta 2 euros, y se puede acceder a ella de 10 a 17 horas, de marzo a noviembre.
Una vez que hemos llegado arriba del todo, nos tomamos un descansito y ya sólo queda volver a bajar. Hay un autobús que recorre todo el parque, aunque no llega hasta la estatua porque la única manera de subir hasta ella son los 449 escalones diabólicos; pero la opción del autobús, si uno está cansado, es una posibilidad.
Una cosa que seguro que merece la pena, y que nosotros no tenemos ocasión de ver, son las fuentes en funcionamiento: cada miércoles, domingo y todos los días festivos desde abril al 3 de octubre, puede contemplarse el Wasserspiel, que ocupa toda la ladera del parque Wilhelmshöhe. A las 14,30 el agua empieza a caer de Hércules, desde donde se puede descender a pie hasta la Grosse Fontäne (gran fuente) y verla emerger de un surtidor de 52 m de altura una hora más tarde. La cascada propiamente dicha es un sistema de 12 km de superficie con canales subterráneos. El primer sábado de mes desde junio a septiembre, los saltos se iluminan al anochecer. Como es jueves, nosotros nos lo perdemos. Pero seguro que será digno de ver; mientras tanto, siempre se puede ir a las fuentes de La Granja de San Ildefonso, que nos pillan un poco más cerca.
Vamos siguiendo las indicaciones que nos llevan hasta el castillo Löwenburg, que está hecho a imitación de un castillo escocés medieval y abre de 10 a 17 de martes a domingo, aunque sólo se abre a los visitantes que van en visita guiada. La visita incluye el Rüstkammer (museo de armamento) y el Ritterzeitsmuseum (museo de caballería). Como nosotros vamos a nuestro aire y parece que lo más bonito del castillo es precisamente su exterior, decidimos darnos una vueltas por sus alrededores, ver el patio de armas y poco más.
Después de ver el castillo, aprovechamos para darnos un paseo por la zona, que tiene hasta un pequeño jardín chulísimo, con un montón de parras (como se aprecia en la fotografía de la derecha, jaja). En todo el parque hay muchísimos caminos, lagos, sitios donde poder sentarse, etc. Hacemos un alto en el camino para refrescarnos un poco en una fuente que nos encontramos junto a uno de los caminos, y después del paseo decidimos imitar a los lugareños haciendo una sesión de picnic. Eso sí, nosotros, después de comer, nos pegamos una buena siestecita. Haciendo patria.
A media tarde vamos a recoger el coche para salir del parque, un poco a la espera de cómo será la cosa porque no tenemos ni idea de cuál será la forma de salir de allí con aquel bolardo en la entrada. Pero el misterio se resuelve rápido, ya que al parecer lo del telefonillo y la voz de ultratumba es sólo para entrar; cuando nos vamos acercando con el coche hacia el bolardo, vemos que él solo se retrae para dejarnos salir.
Una vez fuera del parque, decidimos visitar un último lugar antes de marcharnos de Kassel: la Orangerie. Por lo visto las orangeries se pusieron de moda durante el Renacimiento en Italia, posteriormente en Francia, y eran un signo de distinción en las residencias aristocráticas. Estas orangeries solían tener unos jardines con arcadas en las que se plantaban naranjos; de ahí su nombre. La Orangerie de Kassel me recuerda un poco al Real Sitio de Aranjuez: un parque enorme con muchos árboles y estatuas de piedra, el río y, al fondo, el palacio.
Dejamos Kassel aproximadamente a las 5 de la tarde, y volvemos hacia Maguncia. Por este día ya está bien, que a lo tonto nos hemos pegado una buena caminata y nos quedan algo más de dos horas para llegar a casa. La ciudad no es que tenga mucha cosa, pero sólo por la visita al parque ya merece la pena conocer Kassel, a pesar de que de momento es el único sitio en el que nos encontramos impacientes al volante; será que están poco acostumbrados a los turistas que no se conocen la zona... Mañana toca Colonia; por fin voy a ver en persona la catedral con la que llevo años soñando...
Preciosos castillos!
ResponderEliminarO sea, que no contenta con ponerme colmillos extralargos en la otra página, vas y me rematas en ésta. Malaaaaaaaa.... El día que te lleve la ropa para planchar, te llevaré también la factura del dentista. Arruinada me tiene con tanta prótesis colmillil. Es un sitio precioso, único de verdad. Besazos.
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