21 de agosto de 2017

Cuadernos hispánicos (XIV): sinagoga de Santa María la Blanca

Por muchas veces que vayas a Toledo, creo que es absolutamente imposible llegar a conocer todos sus rincones; los romanos siempre dicen que para ver Roma entera no basta una sola vida, y yo creo que a Toledo le pasa exactamente lo mismo; he ido por allí infinidad de veces, pero cada una de ellas he descubierto un rincón nuevo, una calle por la que no había pasado antes, una fachada en la que no había reparado... Pero también es cierto que hay algunos monumentos emblemáticos que es bastante probable que se visiten, aunque sea la primera vez que vayamos a esta ciudad.

Uno de estos monumentos es la sinagoga de Santa María la Blanca, una de las aproximadamente diez o quizá doce que se cree que llegaron a existir aquí. Se encuentra en pleno barrio judío, muy cerca de la del Tránsito, otra sinagoga de las que aún quedan en pie, y también muy cerca del espectacular monasterio de San Juan de los Reyes.



Si tienes previsto visitar más monumentos, puede que te sea rentable adquirir la pulsera de Toledo, disponible en cualquiera de las oficinas de turismo; con ella podrás visitar entre otras cosas esta sinagoga, que se cree que data de finales del siglo XII (aunque algunos expertos consideran que es más tardía, del XIV, por su decoración parecida a la del arte nazarí) y cuyo horario de apertura y precio de las entradas puedes consultar aquí.

El edificio comenzó siendo sinagoga, la mayor de la judería además, y con el tiempo fue también iglesia cristiana, casa de acogida para mujeres arrepentidas, cuartel durante la Guerra de la Independencia... Tuvo una vida bastante movidita, e incluso llegó a estar amenazado de ruina por el deterioro que sufrió en muchos momentos. Por suerte, a mediados del siglo XIX la administración se hizo cargo de él, llevó a cabo varias reparaciones, y finalmente en los años 30 la sinagoga fue declarada monumento nacional. Debido a este ajetreo, la evolución histórica se refleja en lo que veremos en el edificio: planta judía, decorado por musulmanes, con influencias mudéjares... Es una mezcla de lo más peculiar.

Al atravesar la verja de entrada veremos primero la taquilla-tienda de regalos, y a continuación el jardín por el que podemos pasear y admirar su bosquecillo de cipreses, además de disfrutar de la tranquilidad que se respira. Una vez en el interior de la sinagoga, cuya decoración contrasta totalmente con la sencillez exterior, observaremos que su planta es irregular, algo poco habitual pero que aquí se entiende por la superposición de edificios de diferentes épocas; la entrada principal es una enorme puerta de madera, decorada con motivos mudéjares de lazos y estrellas.

Nave principal
Una vez dentro, lo primero que nos llamará la atención serán las cuatro filas de columnas que recorren la sinagoga dividiéndola en cinco naves, la central la más alta de todas; son columnas octogonales, hasta un total de 32, y tienen los capiteles decorados con piñas y motivos vegetales, un poco enrevesados pero muy bonitos, de esos que te puedes pasar un buen rato mirando y mirando porque casi te hipnotizan. La nave central es la más ancha, y las cinco están separadas entre sí por esas filas de arcos, que son de herradura y descansan sobre las columnas octogonales. Por encima de estas filas de arcos hay otras más, de arcos más pequeños y polilobulados, que actualmente están tapiados, así que lo único que vemos a través de ellos son las paredes del edificio. Los techos son de madera, artesonados y preciosos; pero lo más espectacular sin duda es la iluminación, porque todas las paredes, las columnas y los arcos son tan blancos que casi deslumbran, y la combinación del blanco con el dorado de las decoraciones es simplemente perfecta.

Arcos y columnas
Y si es espectacular la arquitectura de esta sinagoga, tampoco se quedan atrás otros de sus aspectos artísticos: hay algunas pinturas que se han perdido, pero otras se siguen conservando porque fueron labradas en el yeso utilizado para las paredes. Y hay otras, que están a los dos lados de la puerta principal, que son todo un misterio porque su dibujo está formado por cintas, cadenas, círculos, cabezas de serpiente y peces; se supone que pertenecen a un edificio mudéjar que se construyó antes que la sinagoga, y es que hay unos dibujos muy parecidos en sitios tan dispares como el castillo de Brihuega (en Guadalajara), la torre de Hércules (en Segovia) y la mezquita del Cristo de la Luz (en el propio Toledo).

Detalle de un capitel
Destaca por supuesto la escultura, que podemos ver en los capiteles que ya he mencionado, con esas piñas que son típicas tanto de la tradición israelí como del cristianismo. Pero además de los motivos vegetales también los hay geométricos y de elementos marinos, e incluso una estrella de David en la nave central. Por último, también hay cerámica, principalmente en los suelos, aunque los originales no sobrevivieron y los que aún se conservan son posteriores; están hechos de barro cocido y algunos están adornados con piezas de cerámica que forman varios dibujos entre las baldosas, de motivos abstractos y muy llamativos porque son azules y naranjas sobre fondo blanco.

Mezcla de estilos
Como veis, la sinagoga tiene una interesante mezcla de estilos y eso se ve muy bien sobre todo en la cabecera, en la nave central, donde encontramos los arcos de herradura típicamente árabes junto a bóvedas doradas o trozos de construcciones más antiguas. Es muy interesante pararse a observar detenidamente todo esto.

Ya decía al principio que Toledo es una ciudad sorprendente en la que nunca dejas de descubrir rincones nuevos; esta sinagoga no es precisamentena de los rincones que se pueden considerar escondidos, desde luego, y además puedes aprovechar el paseo para visitar también la sinagoga del Tránsito y el monasterio de San Juan de los Reyes, de los que hablaba antes. Como estos edificios están muy cerca unos de otros, por ejemplo puedes dedicarles una mañana a los tres; además merece la pena pasear por la judería y recorrer sus callecitas. Si te interesa el mundo del arte seguro que disfrutarás de esta sinagoga; y si no, siempre puedes pasar un rato de lo más agradable en su jardín. Hagas lo que hagas, seguro que te sorprenderá, como a nosotros...

Boquiabiertos

4 comentarios:

  1. Hace muchos años estuve en Toledo pero de pasada así que tan solo pude pasar el día, una pena. Pendiente me queda volver a visitarlo porque aunque no lo tengo al lado si que es bastante accesible desde Valencia. La sinagoga es preciosa y está genial lo de la pulserita de turismo que has comentado (apuntado queda).En el instituto me encantaba historia del arte, una pena que con mi memora de dori la exploradora jaja se me olvidó muchísimo, me ha gustado leerte para recordar ciertas palabras técnicas y profundizar un poquito más. A ver si en otro post nos descubres los rincones menos conocidos que comentas jeje así ya tenemos el tour completo por Toledo ;-p Un besazo.

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    1. Qué cosas, a mí en el instituto también me encantaba la historia del arte (tuve una profesora que era un encanto así que en parte es "culpa" suya). Y muchos años después me he matriculado en el grado por la UNED. Todo por amor al arte, nunca mejor dicho, jeje.

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    2. Eso si que es amor al arte como tu bien dices jeje. A mi me gusta pero no hasta ese punto aunque leer cositas relacionadas para aprender y disfrutar no me importaría. Un besazo y feliz domingo.

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    3. La verdad es que sí, eso de aprender siempre está bien, sobre todo si al mismo tiempo disfrutas.

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