4 de julio de 2018

Casa L'Atalaya, entre Llanes y Ribadesella

La casa
Son ya unas cuantas veces las que he tenido ocasión de viajar por Asturias, y unas cuantas también las que me he alojado en esta casa rural, que conozco ya desde hace algunos años. La conocí de casualidad, cuando la casa en la que me solía alojar las primeras veces estaba completa, y la dueña me puso en contacto con esta otra por si había suerte; la hubo, y después de aquella vez fueron unas cuantas más las que he estado allí.

La casa se encuentra en Ovio, un pueblito muy pequeño de la parroquia de Nueva, que pertenece al concejo de Llanes. Ya sabéis lo que suele pasar en los pueblos tan pequeños, y es que es complicado a veces localizar las cosas; sin ir más lejos, en Ovio la mayoría de las calles no tienen ni siquiera una placa con su nombre, así que tampoco os puedo dar la dirección exacta de la casa. En cualquier caso, si buscáis en Google Maps por "Hotel Casa L'Atalaya" en Nueva de Llanes, la encontraréis enseguida; y la verdad es que una vez que te has aprendido el camino es facilísimo llegar, pero claro, la primera vez vas un poco perdido como nos pasó a nosotros. En cualquier caso, si por el motivo que sea no llevárais GPS, es tan sencillo como preguntar a cualquiera una vez que hayáis llegado a Nueva; la casa la conoce todo el mundo en el pueblo, así que no os será difícil localizarla. Casi os diría que lo más difícil es poder llegar hasta la casa sin haberos cruzado, en esas calles tan pequeñas, con ningún coche de frente.

La terraza y la entrada
Este alojamiento no es una casa rural propiamente dicha de las que se alquilan completas, sino que en realidad es la casa de los dueños, Esther y Fidel, un matrimonio del pueblo (majísimos, por cierto). Como la casa tiene tres plantas, ellos viven en la baja y lo que han hecho ha sido acondicionar como alojamiento rural la primera y la buhardilla. Es una casa muy bonita, con frisos de piedra, paredes de color blanco y tejas rojas. Tiene bastante terreno; hay un trozo en la parte delantera que Esther y Fidel lo utilizan a veces en verano para colocar una piscina portátil, y también tienen allí mismo un cenador y varios árboles frutales. Otra parte del terreno es la que se utiliza para que los huéspedes puedan aparcar sus vehículos. La casa además está en un sitio perfecto, porque es la parte más alta de Ovio y las vistas son espectaculares: por un lateral de la casa vemos la montaña, y por el otro el mar; eso sí, un punto importante en contra es que las escaleras que suben a las habitaciones son empinadísimas, así que me temo que las personas con problemas de movilidad lo tienen un poco complicado...

Las veces que he estado por allí, la puerta de entrada a la casa siempre estaba abierta; aunque tampoco he llegado nunca muy tarde ni me he marchado muy temprano como para saber si la cierran a alguna hora; en cualquier caso, teniendo en cuenta que los dueños viven allí, me daría un poco de cosa andar haciendo ruidos a horas intempestivas o tener que molestarlos para entrar o salir. En cuanto a las habitaciones, como Esther y Fidel están en la planta principal, ya os comentaba que el resto se encuentran en las otras dos plantas, la última de ellas abuhardillada.

Nuestra habitación
Aquí os comento un detalle, y es que todas las veces que me he alojado allí me he encontrado con que cada vez habían hecho algún que otro cambio en la decoración de las habitaciones o en la propia distribución de la casa, así que a lo mejor si un día os animáis a viajar allí y conocer el sitio vosotros mismos, resulta que os lo encontráis de nuevo diferente a como yo os lo voy a describir de mi última vez. Todas las habitaciones son dobles menos una de ellas, que en esta ocasión la habían ampliado para hacer una familiar; y si no recuerdo mal había cuatro en la primera planta y tres en la buhardilla. La nuestra en esta ocasión era una de las de la zona abuhardillada, y lo único malo de esta vez fue que el baño nos tocó compartirlo; aunque por suerte nuestros demás vecinos de planta fueron bastante civilizados.

La habitación que nos tocó no era demasiado grande, pero todo el espacio estaba muy bien aprovechado. Tenía todas las paredes forradas de madera, una cama grande pegada a la pared, con una mesilla en un lado, un par de cuadros en el otro y un espejo en la misma pared de la mesilla; también había, en la pared de enfrente de la cama, un parabán con ruedas y una barra para colgar cosas, que usamos a modo de armario, y en la pared izquierda de la cama una ventana de las de techo, al estar la habitación en uno de los lados de la buhardilla; debajo de esa ventana teníamos además una cómoda con cajones. En este caso la habitación daba al lado del mar, con lo cual aunque no se llegaba a ver la playa, las vistas eran espectaculares desde allí, y la tranquilidad que se respiraba tanto por las noches como por las mañanas a primera hora era una maravilla.

El salón
En esta misma planta teníamos, además, un pequeño saloncito, un espacio común de toda esta zona, que podíamos compartir con el resto de huéspedes que estaban con nosotros. En él había una mesa de centro, varios sillones alrededor, y un mueble con televisión; aunque la verdad es que ese espacio yo lo utilicé todas las veces más bien para leer que para ver la televisión, sobre todo cuando no había nadie, por aquello de que en esos momentos podía estar con la tele apagada y sin ningún ruido de fondo. En esta zona se estaba de lo más tranquilo, aunque también es cierto que la disfrutamos poco porque la mayor parte del tiempo nos lo pasamos de pateo o haciendo turismo. Igual que desde la habitación, desde este salón también había muy buenas vistas, porque una de las paredes tenía una cristalera bastante grande, y las dos paredes laterales también estaban acristaladas, aunque en este caso la ventana era algo más pequeña.

El cuarto de baño que compartíamos estaba igualmente abuhardillado, y tenía justo debajo de la ventana de techo una bañera que ocupaba casi toda la pared, menos un pequeño espacio en el que habían puesto unos escalones de obra; enfrente, junto a la puerta, el inodoro, y en uno de los laterales un lavabo con un espejo, además de un par de mueblecitos de madera. Esta vez no utilicé ninguno de ellos para guardar mis cosas, más que nada porque como era compartido, no sabía muy bien si ese espacio estaba destinado a nuestras cosas o no; y como no me importaba guardar los útiles de aseo en mi habitación, lo hice así directamente. También es cierto que en el propio baño teníamos a nuestra disposición algunos productos de aseo, con lo cual podríamos haberlos utilizado aunque yo siempre tengo la manía de llevar mis propios productos. Pero vamos, que sepáis que cada vez que Esther sube a limpiar las habitaciones y el baño, se lleva tanto toallas limpias para cambiarlas si es necesario, como los productos que sea necesario sustituir.

El baño
Lo que ya no tengo tan claro es cómo gestionará esta mujer lo del cambio de toallas; porque normalmente en los hoteles, si no quieres que te las cambien porque no lo consideras necesario, las dejas colgadas y ellos ya saben que las pueden dejar tal cual. Y si quieres que te las cambien, las colocas en la bañera, o encima del lavabo, por ejemplo, para indicar que quieres otras limpias; pero en este caso, al tratarse de un baño compartido, no sé muy bien cómo lo hará Esther para saber si las cambia o no. Imagino que lo más práctico será preguntar directamente a los huéspedes o cambiarlas sin preguntar; aunque para no complicarle la vida y como siempre he estado pocos días, yo lo que he hecho siempre ha sido guardar las toallas en mi habitación, porque así también evito que las use otra persona.

Una de las novedades que incluyeron esta última vez, y que en otras ocasiones no había estado disponible, fue la de servir desayunos en la propia casa. En la primera planta han habilitado una terracita para poder desayunar, y desde ella vemos el jardín y la entrada de la casa. La decoración además ha quedado muy chula, porque han utilizado como mesas unos muebles de máquinas de coser antiguas, cambiando el tablero de madera por uno de mármol. En la misma terraza Esther tiene un aparador con un microondas, la vajilla y todo lo demás que utiliza para preparar los desayunos, e incluso una pequeña biblioteca con varios libros de temas relacionados con Asturias y también algunos folletos de rutas turísticas o senderistas de aquella zona.

Desayuno con vistas
La última vez que fuimos, Esther nos puso para desayunar café (también puedes tomar cacao, si lo prefieres), sobaos y magdalenas, y pan de chapata con mantequilla y mermelada; las mermeladas las hace ella misma en casa, y nos estuvo contando que había preparado como experimento una de pimiento rojo utilizando los que tiene en el huerto, por si queríamos probarla. A mí esto de probar una mermelada de pimiento no es que me resultara muy atractivo, pero al final me animé a hacerlo y tengo que decir que está espectacular, me encantó. Aunque los más clásicos que no se asusten, porque hay otras mermeladas más "normales" como la de naranja, la de fresa, la de melocotón o la de pera. Aunque eso sí, está todo riquísimo y además no en todas partes tiene uno la oportunidad de disfrutar de unas vistas tan estupendas como las de esta terraza.

Ya para rematar, deciros que además de todas las maravillas que os he contado de este sitio, resulta que también de precio está genial; si queréis comprobarlo podéis hacerlo en su propia web, en la que también se puede consultar la disponibilidad, así como ver el tipo de habitaciones que tienen y el entorno, que ya os digo que es espectacular. Además el trato de los dueños es fabuloso, casi como estar en familia, que es algo que siempre se agradece y, aunque es lo habitual en los alojamientos rurales, en este caso lo es más aún. En resumen, que en mi caso tengo claro que es uno de mis alojamientos de cabecera siempre que viajo por la zona del oriente asturiano.

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