Como nos pilla muy cerca del hotel, el primer sitio al que vamos al día siguiente es la basílica de San Giovanni in Laterano;
investigando un poco me enteré de que en realidad tiene "categoría" de catedral, que su nombre en español es San Juan de Letrán (que era el que a
mí me sonaba) y que es la basílica más antigua de Roma. Esto de madrugar ayuda bastante, así que tenemos la suerte de llegar allí a primera hora y, quitando una o dos personas
más, somos los únicos que la estamos visitando. Casi mejor, porque el
día anterior por la tarde hemos visto a bastante gente y supongo que
dentro habría un escándalo considerable; yo no es que sea religiosa,
pero si entro en un sitio en el que pone "recinto sagrado, guarden
silencio", suelo hacerlo. Y en la mayoría de los sitios sagrados que
visitamos, en cuanto se juntaba un poco de gente aquello no era ni medio
normal...
Por fuera esta iglesia es impresionante, y eso que a mí el barroco no
es que me entusiasme especialmente; y en el interior tiene unos
mosaicos espectaculares. Echamos allí un rato buscando las huellas dactilares que
supuestamente Borromini dejó en algunas de las piedras, pero eso es
como buscar una aguja en un pajar. En el baldaquino, situado sobre el
altar mayor, se guardan las cabezas de San Pedro y San Pablo; a mí esto
de las reliquias siempre me ha dado un poco de yuyu, de todas formas. Al otro lado de la plaza en la que se encuentra la basílica, está la Scala Santa
(escalera santa), por la que se supone que hay que subir de rodillas, o
eso hacen los peregrinos, ya que al parecer por esa misma escalera
subió Jesús en el palacio de Poncio Pilato en Jerusalén. No sé si esto
será cierto o no, pero sí es cierto que mis rodillas no están para estos
trotes.
Desde aquí nos vamos dando un paseo hasta la estación de Termini, a donde nos dirigimos para comprarnos la Roma Pass. Ya con ella en la mano, nos acercamos hasta la basílica de Santa Maria Maggiore,
construida en el punto más alto del monte Esquilino. Para entrar en
esta iglesia, como en prácticamente todas las que hay en Roma, se deben
llevar los hombros cubiertos y casi siempre también las rodillas. Como
yo ya voy prevenida, he echado en la maleta un pañuelo que llevo
siempre conmigo y lo uso cuando hacía falta. De todas formas, en casi
todas las iglesias te prestan pañuelos si los necesitas; incluso en
alguna los llego a ver de un tejido que era algo entre papel y tela, de usar y
tirar.
Santa Maria Maggiore es tan imponente por fuera, que por dentro me la
espero igual. Y no es que no me guste, pero me imagino algo mucho
más impresionante; no está mal, con su techo artesonado y sus preciosos
mosaicos, pero al terminar el viaje descubro que hay muchas otras iglesias que me gustan bastante más
que esta.
Después nos acercamos a uno de los edificios del Museo Nacional Romano: el palazzo Massimo alle Terme,
que alberga una muestra de los mejores ejemplos de arte romano de la
ciudad. Aunque también es cierto que toda Roma es como un museo, porque
vas andando por la calle y entre edificios más actuales te encuentras de
repente con restos de una columna, o de un antiguo templo, o una
estatua... Lo más llamativo de este museo, para mi gusto, son no sólo
las estatuas sino sobre todo los mosaicos. También me gusta mucho un
mural, que ocupa una sala entera, y parece como si estuvieras en un
jardín porque toda la pintura son árboles y pájaros.
Junto a este museo, en la misma plaza, está el obelisco de Dogali,
un obelisco egipcio que data de la época de Ramsés II y que tiene a su
"hermano gemelo" en los jardines de Boboli de Florencia. En 1887, en la
batalla de Dogali, fueron asesinados más de 500 soldados italianos por
las tropas etíopes; para conmemorar este suceso se decidió colocar aquí
el obelisco, y en su base se transcribieron los nombres de los soldados
fallecidos.
A continuación nos dirigimos a otro de los edificios del Museo Nacional Romano: las termas de Diocleciano,
que en su época eran las mayores de este tipo. Hoy día están compuestas
no sólo por las termas sino también por bibliotecas, salas de
conciertos y jardines. En este edificio se exhiben jarrones, ánforas y
objetos de barro y bronce, así como algunos objetos funerarios. El
claustro es una de las cosas que más me gusta, todo lleno de árboles y
hasta un gato que se pasea por allí como si estuviera en su casa.
Junto a las termas está la iglesia de Santa Maria degli Angeli,
que por fuera se encuentra bastante mal conservada aunque aún podemos
ver en su interior el techo abovedado que se proyectó en los planos
originales.
Desde aquí cruzamos la piazza della Repubblica y pasamos por otra plaza más pequeña en la que hay una estatua enorme con varias figuras, una de ellas un Moisés de Bernini. Al lado está la iglesia de Santa Maria della Vittoria, pero pasan justo dos minutos de la hora a la que cierran a mediodía, así que dejamos la visita para otro momento.Seguimos andando y pasamos por la via delle Quatre Fontane,
que como su nombre indica tiene una pequeña fuente en cada esquina,
justo en el cruce de dos calles; y vemos también de pasada el palazzo Barberini,
que se supone que es donde se hospeda Audrey Hepburn en su papel de
princesa Ana de la película Vacaciones en Roma; hoy día este edificio
alberga parte de la Galería Nacional de Arte Antiguo. Nos dirigimos después hasta la iglesia de Santa Trinitá dei Monti, desde donde hay unas vistas perfectas de toda la ciudad, y a cuyos pies se encuentra la famosa escalinata de la piazza di Spagna.
Muy cerca de allí está la porta Pinciana, que da entrada a los jardines de la villa Borghese.
Antes del viaje hemos reservado por internet las entradas para la galería, así que
después de comer nos dedicamos a dar un paseo por los jardines y a tomar
unos helados, para hacer un poco de tiempo hasta la hora de la visita,
que es de 17 a 19 (además de ser preferible reservar las entradas, las
visitas se hacen en grupos limitados y sólo puedes permanecer en la
galería durante dos horas). Una cosa que me gusta un montón de la
galería Borghese es que como está prohibido hacer fotos, para asegurarse
de que ningún listillo las hace a escondidas, te hacen dejar en la
consigna absolutamente todo: mochilas, bolsos, teléfonos móviles...
Vamos, que llegas a la puerta "pelao", acompañado únicamente de la
entrada.
¿Qué decir de la galería Borghese? Me encanta la historia
del arte y además sabía que aquí se expone una increíble muestra de
esculturas de Bernini, así que no podía dejar pasar la ocasión. Incluso
mi acompañante, que no es en absoluto aficionado al arte, se queda boquiabierto con la mayoría
de las esculturas. Yo le intento explicar algunas cosas como puedo, pero la
verdad es que en estas ocasiones echo de menos no haber buscado un rato
para pegarme una buena empollada y así ser luego capaz de contar más
cosas y que por lo menos la gente no se me aburra...
Para rematar este día, lo último que hacemos es ir a ver la archiconocida fontana di Trevi,
que me gusta muchísimo pero me deja alucinada ver la cantidad de
turistas que la rodean. Es como si estuvieran todos ahí concentrados,
vaya tela. Casi no te puedes ni sentar en las escaleras, ni en las
barandillas, ni nada. Creo que esto no es nada original decirlo, pero a
pesar del barullo de gente, la fontana es una de las cosas que más me
gusta de Roma; de hecho la vemos varias veces, porque descubrimos que a poco que te
dediques a pasear por el centro, siempre acabas encontrándotela. Lo
único que veo es que es tan grande que está ahí medio encajonada; y por
supuesto, los carabinieri no hacen más que pegar silbatazos cada vez
que alguien toca el agua, que está prohibido. En fin...
Cuando yo visité Roma, la fontada di Trevi estaba cubierta por una lona, por obras de remodelación; qué rabia me dio. Y debo tener la negra porque también el Arco del Triunfo estaba cubierto la primera vez que visité París
ResponderEliminarBesos
Vaya, qué mala suerte...
EliminarPues mira, por razones de curro mi hermano pequeño se traslada a Nápoles. No veas las ganas que le tenemos a la excursión: Roma a 200 km y en tren de alta velocidad a sólo 50 minutos. El Vesubio al lado y Pompeya igual. Y una costa preciosa. Y la Camorra napolitana por allí campando, uyuyuyuyuyuy...espero no acabar con pies de cemento haciendo compañía a los peces, jajajaja...
ResponderEliminarUn beso
¡Qué suerte! Yo tengo unas ganas locas de conocer Nápoles y Pompeya. Ya me contarás qué tal la excursión.
EliminarNo sé si te he dicho que me voy a Roma este verano. Me echa un poco para atrás el calor, que también voy en agosto. Pero me encanta Roma, y cinco días me van a dar para mucho :)
ResponderEliminarSí, me suena haberlo leído en alguna de tus entradas del blog. Ya nos contarás qué tal.
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