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23 de agosto de 2015

Cuadernos itálicos (VIII): Florencia, día 3 / Siena / Venecia, día 1

Villa La Petraia.
Es nuestro último día en Florencia. Por la mañana dejamos el hotel y, ya en coche, nos dirigimos a las afueras para ver las villas de los Médici. La villa di Careggi alberga hoy día las oficinas de un hospital, así que sólo pueden visitarse los jardines. La villa Corsini a Castello es la casa que usaba como vivienda de verano Lorenzo el Magnífico. Y por último está la villa La Petraia, que es a la que nosotros entramos. Se puede pasear libremente por los jardines, pero el acceso al interior es únicamente con guía; nos pilla un poco mal de tiempo la siguiente visita porque toca esperar casi dos horas, así que decidimos únicamente dar un pequeño paseo por los jardines y después seguir nuestra ruta hasta Siena.

Cuenta una leyenda que Siena fue fundada por el hijo de Remo, y algo de cierto debe de haber en ello porque hay casi tantas representaciones de la loba amamantando a Rómulo y Remo como hemos visto hace unos días en Roma. Lo que desde luego no es leyenda, porque lo podemos ver con nuestros propios ojos, es que efectivamente y según nos habían dicho, Siena es una de las ciudades más visitadas del norte de Italia. Además está prohibido circular por su casco histórico con cualquier tipo de vehículo, así que buscamos sitios en uno de los aparcamientos que hay en el exterior de la muralla medieval y desde allí hacemos nuestro recorrido andando.

Piazza Salimbeni.
El primer sitio de interés por el que pasamos es la piazza Salimbeni, que está flanqueada por tres palacios: el gótico Salimbeni, que hoy alberga las oficinas de la Caja de Ahorros de Siena; el Tantucci al norte, y el renacentista Spannocchi. Después seguimos caminando por la via delle Terme y pasamos por el palazzo Tolomei, que constituye un buen ejemplo de residencia privada típica de la segunda mitad del siglo XIII. Vamos, igualito que los pisos de ahora... Este palacio me gusta bastante, con sus dos filas de ventanas góticas y, como no podía ser de otra manera, su estatua de la loba amamantando a Rómulo y Remo, justo frente a la fachada.

Palazzo Tolomei.
Un poco más adelante encontramos el edificio de la loggia dei Mercanti, que data del siglo XV y tiene como característica principal sus elaborados arcos triples. Este era el lugar en el que, en la antigüedad, los mercaderes solían cerrar sus tratos. A nuestra izquierda ya se empieza a ver la famosa piazza del Campo, el centro neurálgico de la ciudad; pero todavía no nos dirigimos hacia ella, porque primero queremos ver la catedral. Así que caminamos un trecho más por la via dei Pellegrini y, tras dejar a nuestras espaldas el palazzo Chigi Saracini, que es el que hoy acoge el Conservatorio de Música de Siena, llegamos por fin a la plaza de la catedral.

La catedral de Siena es, sencillamente, impresionante, y además una de las iglesias góticas más grandes de Italia. Su construcción comenzó en 1196 y terminó oficialmente en 1215, aunque las obras continuaron en algunas partes, como el ábside y la cúpula, hasta bien entrado el siglo XIII. Lo más llamativo de su exterior es la fachada, de mármol verde, blanco y rojo, iniciada por Giovanni Pisano.

Fachada de la catedral.
Ya en el interior, destacan sus suelos de mármol, que incluyen nada menos que 56 escenas que recrean temas tanto históricos como bíblicos. Los más antiguos están realizados en mármol blanco y negro y datan de mediados del siglo XIV, mientras que los más recientes se hicieron con mármol de varios colores y son de dos siglos más tarde. Las escenas más valiosas se mantienen cubiertas de forma permanente y sólo se destapan una vez al año, entre el 7 y el 22 de agosto (un día antes y habríamos podido verlas).

Si además de la catedral queremos visitar el resto de edificios que se encuentran en las cercanías, podemos comprar una entrada combinada que los incluye todos; se trata del baptisterio, el museo catedralicio, el oratorio, la cripta y el panorama (situado en la parte más alta del conjunto, y desde el cual hay unas vistas preciosas de toda la ciudad). Lo más recomendable es adquirirla con antelación porque a partir de las 11 de la mañana empieza a haber unas colas de impresión.

Piazza del Campo.
Después de visitar la catedral y sus edificios aledaños, volvemos sobre nuestros pasos y esta vez nos paramos para dar una vuelta por la piazza del Campo, que desde mediados del siglo XIV es el centro cívico y social de Siena. Esta plaza está adoquinada y se divide en nueve sectores, que son los que representan a los miembros del antiguo gobierno. En la parte superior de la plaza se encuentra la fonte Gaia, que data del siglo XV. Por el contrario, en su punto más bajo está el el palazzo comunale o ayuntamiento, a cuyo patio central se puede acceder de manera gratuita. Lo más destacado del edificio es su campanario, la torre del Mangia, de nada menos que 102 metros de alto.

Y ya que hablamos de la piazza del Campo, es imprescindible hablar también de la fiesta llamada il Palio, que tiene lugar cada año el 2 de julio y el 16 de agosto. El origen de este acontecimiento se remonta a la Edad Media, y consta de una serie de desfiles y de una carrera de caballos alrededor de la plaza. Durante esta celebración, diez de los 17 distritos de Siena compiten por el palio, un estandarte de seda. Cada distrito tiene sus propias tradiciones, colores, símbolos y hasta iglesia y museo. La piazza del Campo se convierte en un hipódromo en el que se traza un circuito, utilizando para ello sacos de tierra a su alrededor. Sobre las 5 de la tarde, los representantes de cada distrito desfilan por la plaza, vestidos con sus trajes históricos y llevando su estandarte. Después, diez caballos y sus diez jinetes dan tres vueltas alrededor de la plaza, y por supuesto gana el primero que llegue. No tenemos ocasión de ver este espectáculo porque ha tenido lugar justo una semana antes, aunque debe de ser bastante popular, porque en los escaparates de algunas tiendas e incluso en algunos bares y restaurantes proyectan continuamente imágenes de este evento. y las calles todavía están decoradas con los estandartes propios de cada distrito.

Casco histórico.
Allí decidimos hacer un pequeño paréntesis para comer, y buscamos un restaurante de los que hay en la misma plaza, con vistas al "hipódromo". La verdad es que se está fenomenal, así que alargamos tanto la comida como la sobremesa porque no nos apetece nada marcharnos. Después de comer callejeamos durante un rato más por el resto del casco histórico, con multitud de calles estrechas y empedradas, y por supuesto peatonales. En una de ellas vemos en una jaula un esqueleto que nos invita a visitar el museo de la Tortura; también pasamos por algunos de los edificios de la universidad, y hasta por un restaurante medieval con vidrieras en las ventanas y camareros ataviados con trajes de esa época; de haberlo encontrado antes, no habría dudado en comer precisamente allí...

Después de este último paseo volvemos de nuevo a la zona de la muralla en la que hemos dejado el coche a primera hora, y desde Siena nos dirigimos a nuestro siguiente destino: Venecia nos espera, aunque como vamos en coche nos alojamos a las afueras, en el hotel Antony de Mestre; pero llegamos a tiempo para disfrutar un poco de esta mágica ciudad en nuestra primera noche veneciana.

21 de agosto de 2015

Toros e Inquisición, en vivo y en directo

Ilustración: Luis Dávila.
No siempre se tiene la ocasión de hacer un viaje en el tiempo y, además de gratis, sin necesidad de moverse del sofá de casa, oiga. Por si no lo sabe, yo se lo cuento; y es que ese artilugio que casi todos tenemos en la sala de nuestra casa, que se llama televisión, es una autentica máquina del tiempo. Está usted tan cómodo en casa, rascándose cualquier punto de su anatomía que le pique, y ¡zas!, vuelve usted a la Edad Media sin despeinarse. Y no solo por tantas y tantas cosas de cuestiones internacionales; nos vamos a concentrar solo en un par de detalles patrios.

Uno, y es que no sabía yo que en tres cuartos del territorio patrio dedicaban estos meses de vacaciones veraniegas a soltar toros por las calles; de verdad que no lo sabía, y me estoy enterando porque se han muerto varios ciudadanos por embestida de toro en medio de la calle.

Es de vergüenza, señoras y señores, de pura vergüenza. Y no solo lo de los toros, que también tenemos lo de tirar cabras desde un campanario, lo de tirar patos (que son animales de agua dulce) al mar (que es agua salada) y entender que pillarlos por el cuello es una "fiesta", y todo tipo de salvajadas que con la ruin y mentirosa excusa de ser "tradición" se cometen en nuestra patria. Una se siente orgullosa de ser española, porque la propia nacionalidad trasciende a los momentos que vives y a las políticas, pero esto de ser un país de salvajes generalizados me hace reconsiderar que cambiar de nacionalidad es una opción razonable.

No quiero vivir en un país donde la tortura animal se celebra y se jalea como fiesta. Pero no le podemos echar la culpa de ese sentimiento arraigado de tortura a los políticos: les podemos echar la culpa de no hacer nada para evitarlo, pero resulta que es la ciudadanía de esos pueblos y ciudades la que defiende con ferocidad esas salvajadas convertidas en fiesta.

Y ya el colmo de la estupidez humana, el veto a un cantante de rap americano, absolutamente desconocido para mí, vetado por no contestar sobre su posición respecto al estado palestino. Oh, bien, como le vayamos a preguntar a todas las estrellas de rock mundiales sobre el sentido de sus letras, machistas casi todas, como por ejemplo "las chicas blancas son graciosas, las chicas negras solo quieren follar toda la noche" (letra de los Rolling Stone), o "Brown Sugar": ¿qué es eso? ¡Si parece un himno a la esclavitud y a la violación de las esclavas negras!

Pues Mike Jagger y amigos han dado recientemente un concierto en la Casa Blanca para Obama y sus invitados y no me consta que nadie del gobierno le haya preguntado a Mike por qué escribe o canta esas canciones tan machistas y racistas. Y desde hace más de 30 años. El detalle del rapero americano es que es judío. Mike es nacido anglicano y desde hace mucho tiempo, su religión es el dinero; eso parece que molesta menos, pues Keith Richards mandó una carta de felicitación a Tony Blair por la invasión de Irak y no he visto que nadie interrogara a los Rolling Stone sobre su ideario político vital para contratar alguno de sus bolos.

Es decir, ¿qué me estás contando?

Si nos ponemos nos ponemos, y hacemos censura y limpieza de todo lo que sea "políticamente incorrecto" a todos los músicos... Y nos quedamos solo con Kenny G, que no canta, toca el clarinete, porque el resto, incluidos los más famosos y adorados del mundo, es que no hay por dónde cogerlos en cuanto a machismo, racismo y todos los ismos más incorrectos. Si lo del veto a ese rapero americano es por ser judío y apoyar a Israel, Gene Simmons, el líder, vocalista y bajista de la banda Kiss, nacido en Israel en 1949, ha declarado ser un ferviente "apoyador" de su país de nacimiento. ¿Alguien ha vetado algún concierto de Kiss? Ben Stiller es judío y ello no le ha impedido contratar a Penélope Cruz para sus dos próximas películas, a pesar del comunicado que la española firmó en contra del estado de Israel.

Si de verdad ese rapero americano debe ser vetado y retirado de cartel porque sus letras son las que sean, que no lo sé, ¿por qué ahora se le pide disculpas y, como el turrón, que vuelva? Si se le veta, se le veta, pero no se le puede exigir a nadie que para actuar en un concierto pase un test de política del gobierno local de turno; eso es pura Inquisición. El exigir que alguien no detenido ni involucrado ni imputado en nada ilegal tenga que manifestar a petición de una autoridad de gobierno qué y cuáles son sus ideas políticas para poder trabajar, eso se llama totalitarismo. Y por decirlo suavecito.

Si yo soy un médico y, por lo que sea, escribo un artículo en una revista o periódico a favor o en contra del estado de Israel o Palestina, a mi propio y personal albedrío, eso ¿me hace mejor o peor médico en cuanto coincida con la opinión de mis contratantes laborales? Si los organizadores no están de acuerdo con la línea creativa o personal del cantante americano, pues primero, eso se mira antes y se evita la contratación, porque los cantantes no actúan gratis; eso va por contrato, y ¿para qué contratas a alguien que no te gusta? Si se ha pasado el dato y no gusta o es ofensivo lo que dice, se le veta sin más contemplaciones, pero porelamordedior, no se puede ir exigiendo a la gente que conteste a preguntas sobre política para trabajar, eso es una mera excusa de quien no se atreve a actuar como censor y busca echarle la culpa al censurado.

No era yo consciente de que éramos un país antisemita. No, no lo sabía, hay muchas cosas de mi propio país que estoy descubriendo. Ya había judíos en la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos y muchas de nuestras costumbres, que creemos propias y singulares, son de inequívoca tradición judía. Y al que no le guste, que estudie y verá que es así: tenemos mucha más influencia de las costumbres judías que las tan alabadas (cuando conviene) musulmanas.

Volviendo al tema de los vetos, tampoco nos vamos a asustar, que la ONU funciona con vetos desde su creación. En muchas ocasiones, tal o cual artista ha sido retirado del cartel de fiestas veraniegas porque su espectáculo era considerado ofensivo o inconveniente o lo que sea. Eso no está reñido con la libertad de expresión, solo es una cuestión mercantil: fulano o mengana puede cantar o hacer lo que quiera donde le dé la gana pero sin remuneración económica, porque a tal o cual ayuntamiento no le interesa su actuación y no le contrata o rescinde su contrato. No hay más película.

Está siendo un verano muy caluroso, yo comprendo que con el calor uno no razona bien, pero peor que cualquier letra de cualquier canción es ver en las noticias sobre nuestro país cómo se sueltan toros, cabras y patos por calles, campanarios y mares para torturarlos y matarlos. Si hubiese un veto para países políticamente incorrectos y salvajes, el nuestro estaría a la cabeza. Después nos molesta y nos extraña que seamos destino preferido de turismo de borrachos: si damos la imagen de ser un país de salvajes, es normal que esas cosas, que no se permiten en otros países y aquí sí, sean atractivas para ese tipo de turismo salvaje. Donde fueres haz lo que vieres: en Viena te ven en bolas y de botellón por la calle y a comisaría que vas, y la gente aplaude a la policía; aquí vemos a tíos en bolas y borrachos y, menos a quien le mean y vomitan en el portal, le reímos la gracia y abucheamos a la policía cuando los detienen.

A ver si primero arreglamos y nos quitamos de las salvajadas propias y luego les arreglamos la vida a los demás, que no estamos en posición, en cuanto a mentalidad salvaje, de darle lecciones a nadie.

20 de agosto de 2015

Cuadernos itálicos (VII): Florencia, día 2

Exterior de la catedral.
Aprovechando que nuestro hotel está de lo más céntrico, después de desayunar vamos en primer lugar a lo que tenemos más cerca: la catedral, aunque como es todavía temprano, damos una vuelta para verla de momento solo por fuera. Lo que más destaca de su exterior es, por supuesto, su gran cúpula de tejas de color rojo, que se ve desde prácticamente cualquier punto de la ciudad; inmediatamente después no puedes evitar fijarte en su perímetro, todo él de mármol de colores rosa, blanco y verde. La única pena es que hay unos cuantos andamios por allí y, además, me da la sensación de que no le vendría mal un buen fregado por fuera. Junto a la catedral se encuentran también el baptisterio de Ghiberti y Brunelleschi, uno de los edificios más antiguos de Florencia, que suele estar cerrado al público aunque la gente se agolpa en sus puertas precisamente para ver sus famosas escenas bíblicas; y por otro lado tenemos el campanile de Giotto, con sus nada menos que 82 metros de alto.

Palazzo Vecchio.
Desde aquí vamos callejeando y, después de pasar por la iglesia di Orsanmichele, llegamos hasta el mismo centro de la ciudad: la piazza della Signoria, que está siempre de lo más animada, da igual a qué hora del día pases por ella. En esta plaza se encuentran la fontana di Nettuno y el palazzo Vecchio, que durante años fue propiedad de los Médici y que hoy día es la sede del gobierno florentino. Lo que más llama la atención en este edificio es la torre d'Arnolfo, inspirada en la del palazzo dei Priori de Volterra. Además, en la entrada del palacio hay una copia exacta de la escultura del David de Miguel Ángel, cuyo original se encuentra en la galería de la Academia.

Si dejamos la piazza della Signoria a nuestras espaldas y seguimos caminando en dirección al río, atravesaremos el edificio en forma de U del palazzo degli Uffizi, que alberga una de las galerías de arte más famosas del mundo. Pero de momento pasamos de largo y nos dirigimos hacia el ponte Vecchio, uno de los símbolos florentinos por excelencia, del que se dice que durante la Segunda Guerra Mundial fue el único que no se destruyó, por orden directa de Hitler. A estas horas tan tempranas es una gozada pasear por este puente, porque vamos prácticamente solos; después tenemos más ocasiones de pasar cerca, tanto a mediodía como por la tarde, y aquello tiene peor pinta que El Rastro madrileño en hora punta...

Palazzo Pitti.
Una vez cruzado el puente, seguimos caminando hasta llegar al palazzo Pitti, propiedad de la familia del mismo nombre y rival de los Médici. Por detrás del palacio está el giardino di Boboli, un lugar ideal para relajarse y pasear, aunque me parece excesivo que te cobren 10 euros por entrar. Para eso me voy a los jardines del palacio de La Granja o a los del palacio de Aranjuez, que aunque no tengan vistas a la catedral de Florencia, la verdad es que también son bastante chulos y además gratis. En cualquier caso, los de Boboli la verdad es que me gustan bastante; como es temprano estamos prácticamente solos y podemos pasear a nuestras anchas, perdernos entre los árboles y por los numerosos caminos, y de paso hacer un montón de fotos casi sin gente, que eso siempre es todo un logro.

Vistas desde el giardino di Boboli.
Después de un buen rato en los jardines, seguimos andando en dirección contraria al centro histórico y, dejando a nuestra derecha el ponte della Trinitá, otro de los que cruzan el río Arno, llegamos hasta la basilica di Santa Maria del Carmine, que data del siglo XIII y fue prácticamente destruida por un incendio en el XVIII. Afortunadamente, sí se salvaron los frescos de Masaccio que se conservan en la cappella Brancacci, a la que únicamente se puede entrar con visita guiada.

Desandando de nuevo nuestros pasos en dirección al centro histórico, esta vez sí cruzamos por el puente de la Trinitá y pasamos por el palazzo Frescobaldi, que data del siglo XVI y fue propiedad de la familia del mismo nombre; por la piazza Santa Trinitá y por el palazzo Strozzi, que en su día fue construido por esta familia, y a propósito de tamaño más grande que el de los Médici (parece que los Médici tenían muchos amigos...). Desde aquí llegamos hasta la piazza della Repubblica, uno de los puntos de encuentro favoritos de los habitantes de Florencia (vamos, como cuando hay gente que en Madrid queda en el kilómetro cero de la puerta del Sol).

Vistas desde el campanario de la catedral.
De nuevo volvemos a la catedral y decidimos subir al campanile. Para llegar hasta arriba hay nada menos que 414 escalones, y además las escaleras son un poco estrechas, y se baja y se sube por el mismo sitio. Al principio la subida se lleva más o menos bien, pero entre el agobio de gente y el calor, al poco rato yo empiezo a sudar como un pollo y a ir con la lengua fuera; vamos, que llega un momento en el que creo que no lo voy a conseguir... Me habían dicho que las vistas desde el campanario de la catedral eran más bonitas pero que la subida al campanile era más cómoda, así que si yo he pasado este mal rato no quiero ni saber cómo será subir al campanario... Eso sí, al llegar a lo alto hay unas vistas tan espectaculares que compensan el mal rato de la subida; ahora me falta saber cómo son las de la catedral.

Después de comer pasamos por la casa de Dante, que hoy día se ha convertido en un museo, y nos acercamos a la galería Ufizzi, donde tenemos reservadas las entradas para visitarla. Casi todo el mundo nos ha dicho que esta galería es uno de los sitios obligados en Florencia, así que aunque también nos han recomendado el museo Galileo de historia de la ciencia, como son muchas cosas para tan poco tiempo, nos quedamos con las ganas de este y nos decantamos por los Uffizi. Además, al pasar por allí por la mañana hemos visto un cartel en el que pone que en los Uffizi hay una exposición temporal titulada Caravaggio & Caravaggeschi a Firenze, así que ya voy yo toda emocionada pensando que me pondré las botas viendo cuadros de Caravaggio.

Ponte Vecchio.
La galería de los Uffizi tiene una colección amplísima, que abarca obras desde la escultura de la Grecia clásica hasta las pinturas venecianas del siglo XVIII; por lo tanto, lo mejor es elegir qué artistas o qué periodos queremos ver, porque si quieres verlo todo te puedes pasar allí una semana entera. De todas formas supongo que a esta galería tendré que volver, porque una de las cosas que más me apetecía ver era un cuadro de Boticelli, El nacimiento de Venus, pero no puede ser; una de las alas del edificio está cerrada por reformas y es precisamente en la zona en la que está este cuadro... Para rematar, la exposición de Caravaggio y los Caravaggistas nos gusta mucho y en ella están expuestos un montón de cuadros a cuál más espectacular; peeeeeeero de Caravaggio sólo han traído el escudo en el que está pintada la cabeza de la medusa. En fin, que entre la Venus de Boticelli y esto salgo de allí un poco decepcionada...

Tras la visita a los Uffizi, volvemos a la catedral para por fin verla también por dentro. La entrada es gratuita y, como siempre, debes llevar los hombros cubiertos y pantalones o faldas que lleguen por lo menos hasta las rodillas. A pesar de lo espectacular que es el edificio por fuera, su interior es bastante sencillo. Se puede subir a la cúpula si uno se anima con los 463 escalones que hay hasta allí, pero yo ya he tenido suficiente con los del campanile. De nuevo cruzamos el río, esta vez por el ponte alle Grazie, y seguimos las indicaciones que nos llevan hacia la piazzale Michelangelo. Para ello tenemos que atravesar una de las puertas de la antigua muralla de la ciudad, y después subir durante un buen rato por unas escaleras que a primera vista parecen peor de lo que luego son. Una vez que llegamos arriba del todo, ya en la piazzale Michelangelo, nos encontramos, además de unas vistas preciosas de la ciudad con el río, la torre del palazzo Vecchio y la catedral al fondo, un montón de gente, de chiringuitos y de coches aparcados. Y en medio de la plaza una estatua enorme, otra réplica del David de Miguel Ángel. Aquello parece una romería: multitud de gente de todas partes, coches de todas las matrículas habidas y por haber, chiringuitos, caricaturistas y hasta vendedores de bolsos de imitación de Carolina Herrera...

Vistas desde la piazzale Michelangelo.
Menos mal que ya nos habían avisado de que la mayoría de los turistas no pasa de aquí y que lo mejor está por venir, subiendo aún un poco más desde la plaza. Siguiendo la carretera y atravesando una zona de árboles y césped, llegamos hasta el cementerio de Porte Sante; y junto a él una pequeña joya, la románica iglesia de San Miniato al Monte. Está dedicada a este santo, uno de los primeros mártires cristianos de Florencia, del cual se dice que voló hasta aquí después de muerto o, en otra versión, que subió por la colina hasta la iglesia con su cabeza bajo el brazo. La iglesia de San Miniato, que data del siglo XI, es muy pequeña y sencilla, aunque también famosa por su fachada típica toscana de mármol en varios colores (igual que la catedral). El interior está adornado por frescos de los siglos XIII al XV, y también diseños de mármol muy elaborados. Aquí tenemos la suerte de poder escuchar en directo los cánticos de los monjes, porque justo cuando entramos a la iglesia es ya a última hora de la tarde y están dando misa al fondo, en el piso inferior, donde se encuentra la cripta con los restos de San Miniato.

Al salir, nos quedamos un rato en el mirador que hay justo enfrente de la iglesia, desde donde se ve el cementerio que os decía antes, aparte de otras vistas también estupendas de toda la ciudad. Entre que empieza a atardecer, que se ve toda Florencia y que ahí mismo a tus pies tienes todas las lápidas, es una escena un poco gótica, pero la verdad es que me gusta bastante. A última hora volvemos de nuevo andando hasta el centro, un paseo muy agradable y que se disfruta bastante porque ya a esas horas no hace el calor sofocante del resto del día.