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10 de julio de 2012

Cuadernos lusos (VII): Oporto

Después de llegar a Oporto la noche anterior, procedentes de Coimbra (previo paso por Aveiro), la mañana siguiente la dedicamos a recorrer la ciudad. Además queremos aprovechar lo más posible el tiempo, ya que nuestra idea es también visitar varias ciudades pequeñas en los alrededores de Oporto.

Una de las primeras cosas que vemos, porque nos pilla de paso cada vez que vamos andando desde el hotel hacia el centro, es el palacio de cristal, un edificio bastante grande y con forma de media circunferencia, que se construyó a mediados del siglo XIX con la idea de albergar ferias y eventos deportivos; está situado dentro de un parque bastante grande, rodeado de jardines por los que merece la pena pasear. A pesar de estar en una zona por la que hay mucho tráfico, ya que se encuentra en pleno centro de los negocios de la ciudad, en cuanto entras en ese parque es como si de repente se quedara todo en silencio; es una sensación muy agradable.

Ya más cerca del centro propiamente dicho, pasamos por la torre de los clérigos, que hoy día ya no lo es pero cuando se construyó, a mediados del siglo XVIII, era el edificio más alto de todo Portugal. Forma parte de la iglesia barroca del mismo nombre, y en su interior tiene una escalera de caracol por la que podemos llegar hasta la parte superior (después de subir casi 250 escalones). Cada vez que me acuerdo de esta torre me tiro de los pelos, porque sólo dos o tres días después de volver de Portugal me entero de la existencia de la librería Lello e Irmâo, una preciosidad de sitio en el que además se rodaron algunas escenas de las películas de Harry Potter; esta librería está justo al lado y además se pasa por su puerta para ir tanto a la torre como hacia el centro. Pero por no saberlo me quedo sin visitarla, y por lo visto es una maravilla. En fin, creo que en mi caso esta sí que es una excusa de suficiente peso como para tener que volver a Oporto...

Muy cerca de los clérigos está la plaza de la libertad, en pleno centro histórico pero con edificios no tan antiguos como los del resto de la ciudad. La mayoría de los edificios que hay en esta plaza pertenecen a bancos, y también encontramos en ella una estatua a caballo del rey Pedro IV. Supongo que esta plaza será una de las más concurridas de la ciudad, porque está llena de terracitas donde poder tomar algo. Nosotros hacemos un alto en el camino y nos sentamos en uno de los chiringuitos, pero nos pasamos una media hora sentados y allí nadie nos hace ni caso a pesar de avisar a los camareros; así que después de hacer un descanso seguimos nuestro camino sin que nadie nos diga nada. Les sobrarán clientes, imagino. Frente a esta plaza está la estación de San Bento, construida sobre un antiguo monasterio y en la que llama la atención sobre todo por su vestíbulo, decorado con azulejos que representan diversos momentos de la historia de Oporto. Muy cerca de la estación podemos visitar también la iglesia de San Antonio de los Congregados.

Supongo que uno de los puntos más visitados de la ciudad es la catedral, porque está situada en un alto y se ve prácticamente desde cualquier sitio. La catedral empezó a construirse en estilo románico en el siglo XII, más como fortaleza que como templo religioso, al estar en una zona de continuas batallas; sin embargo tiene mezcla de varios estilos, incluidos también el gótico e incluso el barroco. El acceso a la catedral es gratuito; únicamente deberemos pagar si queremos entrar al claustro, que por cierto para los amantes del gótico resultará lo más bonito de todo el edificio así que creo que merece la pena pagar. Por supuesto, sobra decir que como la catedral está en un punto bastante elevado, desde la plaza en la que se encuentra hay unas vistas bastante interesantes de toda la ciudad, además del palacio episcopal y la iglesia de Santa Clara, que tenemos justo a su lado.

Dejamos el edificio a nuestras espaldas, bajamos por la calle que tenemos enfrente y llegamos al palacio de la bolsa, que se puede visitar. Y al lado tenemos otro edificio interesante, la iglesia de San Francisco, que comenzó a construirse en el siglo XIII, en estilo románico, aunque es una mezcla de éste y también de barroco. No me pegan nada estos dos estilos, uno tan sencillo y el otro tan recargado... Además de la iglesia, también con la misma entrada puedes ir enfrente a ver un pequeño museo con objetos religiosos, y si bajas un piso podrás ver las catacumbas. Cuando bajamos a verlas no hay nadie y da un poco de mal rollo ver todos esos pasillos en silencio absoluto y sin nada de gente; hasta que empezamos a oír unas voces demasiado escandalosas y cuando nos cruzamos con ellas vemos que son una pandilla de chicos y chicas con pinta de siniestros que están correteando por entre las tumbas y haciéndose fotos subidos encima de las lápidas. En fin, independientemente de que uno sea religioso o no, a mí estas cosas me parecen de muy mal gusto.

Otra de las cosas que se suelen hacer en Oporto, aunque técnicamente no estaríamos en Oporto sino en Vila Nova de Gaia, es cruzar por el puente de Luis I (muy llamativo por su estructura metálica, pues no en vano lo construyó un discípulo de Eiffel) y hacer una visita a las múltiples bodegas que existen en esa zona. Aquí hay bodegas para aburrir, repartidas a todo lo largo de la margen del río, así que lo difícil es elegir una sola si te apetece hacer una visita y degustar unos vinillos de Oporto, porque prácticamente en cualquier lugar de la ciudad te encontrarás con gente que reparte folletos publicitarios de las bodegas. Nosotros nos decidimos por las Cálem, que son de las que más hemos oído hablar; y total como nos da lo mismo una que otra, y en estas tienen la visita en español a una hora a la que nos viene bien, nos decidimos por ellas. Mientras tanto y para hacer tiempo, nos acercamos a comer a un sitio que hemos visto a lo lejos desde el otro lado del puente; si me llegan a decir que voy a comer en un restaurante ruso en Oporto no me lo habría creído, pero así es. La visita a la bodega, después de la comida, dura aproximadamente una hora, y en ella nos explican todo el proceso de fabricación del vino de Oporto, primero a través de una película que proyectan a la entrada, y después enseñándonos los diferentes tipos de barricas que hay en el interior de la bodega. Al final de la visita, por supuesto, se ofrece la degustación de los vinos, y justo al lado tienes la tienda en la que puedes comprar todo lo que quieras.

Y si te apetece ver la ciudad desde el agua, otra opción muy interesante es el crucero de los seis puentes, que se llama así porque son seis los puentes bajo los cuales se pasa para hacer este mini crucero por el río Duero, una de las principales actividades turísticas que se pueden hacer en la ciudad. El recorrido dura más o menos una hora y se realiza en un barco inspirado en los típicos "rabelos", que son los que desde hace tiempo transportan las barricas con el vino. Se suele empezar junto al puente de Luis I, y se pasa además por el puente do Infante, el de María Pía, el de Sâo Joâo, el do Freixo y el de Arrábida. En ese punto, el barco da la vuelta y nos lleva de nuevo hasta el de Luis I. Es un recorrido muy agradable, y como además el barco en el que viajas es bastante grande, puedes ir cómodamente sentado viendo el paisaje, o irte a la proa a hacer fotos, o lo que te apetezca. Hay otros recorridos sin tanto tumulto, pensados para parejas en viaje romántico, en los que te dan la cena a bordo y la amenizan con música en directo; así cada uno puede elegir, en función de lo que quiera pagar por darse el paseo.

El día siguiente lo dedicamos a visitar los alrededores de Oporto, y al volver por la noche cenamos en uno de los típicos restaurantes de fado, que por cierto fue una experiencia que me encantó.