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7 de agosto de 2011

Madrid, crisol de razas

Ahora que ya se puede volver a pasar por la Puerta del Sol, ayer aprovechamos para dar una vuelta por el centro de Madrid. Y, como era de esperar, todo ha vuelto a la normalidad y por la zona se siguen viendo no sólo multitud de paseantes sino también las mismas cosas curiosas de siempre.

Concretamente en la calle Preciados esquina con Tetuán, estaba la ya famosa señora que lleva allí toda la vida tocando el organillo; pero esta vez estaba muy bien acompañada, en animada charla con uno de estos orcos (o no sé de qué raza serán) que se han puesto de moda últimamente por estos lares... A su lado, un policía que más bien parecía que estuviera haciendo guardia. Y por supuesto, como no podía ser de otra manera, las eternas rebajas de fondo; ya vamos por las segundas.



 ¿Todavía alguien tiene dudas sobre si los madrileños somos hospitalarios o no?

2 de agosto de 2011

Cuadernos hispánicos (VI): Comillas

Esta vez es Cantabria el lugar elegido para pasar unos días de relax durante nuestras vacaciones de Navidad. Y el primer sitio que decidimos visitar es Comillas. Como siempre, lo primero que hacemos es buscar un sitio donde poder dejar el coche; no resulta nada difícil, y junto al parque de Sobrellano encontramos un aparcamiento gratuito que además a esas horas está prácticamente vacío.

Aunque llevamos una pequeña guía que hemos hecho con las cosas principales que ver, nos acercamos a la oficina de turismo para pedir un plano. La chica que nos atiende nos señala el lugar en el que nos encontramos y nos indica que, de todos los lugares de interés, los únicos que no se pueden visitar son el capricho de Gaudí y la universidad Pontificia, ya que ambos llevan algún tiempo cerrados por obras. También nos explica que la mejor manera de verlo todo es a través de dos rutas marcadas en el plano: la ruta monumental y la ruta modernista. Lógicamente, las dos rutas se van solapando, así que nos parece que lo más cómodo es llevar el plano a mano e ir marcando en él los lugares que vamos viendo, independientemente de la ruta a la que pertenecen. Yo los iré poniendo en el orden en el que los vemos.

En primer lugar y dado que es lo que más cerca nos pilla, vamos a ver el Parque de Sobrellano, en cuyo interior se encuentran el palacio y la capilla-panteón del mismo nombre. El palacio se empezó a construir en 1881, y fue encargado por el primer marqués de Comillas. La capilla-panteón está realizada en piedra de sillería labrada y rematada con una torre alta. En su decoración interior destacan también las vidrieras, además de los primeros muebles diseñados por Gaudí y algunos panteones. Es como una catedral en pequeño.

Se puede pasear libremente por los jardines del parque, pero para acceder al interior, tanto del palacio como de la capilla, sólo se puede hacer mediante visita guiada. Esto en teoría, porque nosotros tenemos un pequeño problema logístico y creo que en temporada baja no organizan visitas...

Desde allí subimos andando por la carretera hasta llegar a la Universidad Pontificia, que está en lo alto de la Cardosa y se comenzó a construir en 1883, en un principio como edificio para la formación de jóvenes sacerdotes. Ahora es propiedad de Caja Cantabria, así que sólo se puede acceder a los jardines; sin embargo en nuestro caso no podemos ni hacerlo, por aquello de las obras. Y de hecho se ven por allí algunas grúas. Así que tenemos que conformarnos con ver la universidad únicamente desde la puerta, que por cierto es uno de los elementos más destacables del conjunto. Algo es algo...

El edificio de la universidad está en la parte más alta de Comillas, así que ahora lo que toca es bajar. Lo siguiente que visitamos es el cementerio, que aunque está más bajo que la Pontificia se encuentra en lo alto de una colina justo frente al mar, así que es otro de los puntos con mejores vistas de Comillas. Este cementerio es bastante pequeñito y se encuentra situado sobre los restos de una antigua iglesia gótica, por lo que todavía se pueden ver algunos arcos y restos de muro; una de las cosas que más me impresiona es ver que en una de las paredes hay varios nichos que, por lo que observo en las fechas, son de niños muy pequeñitos. La verdad es que da un poco de pena... Lo que más destaca en el cementerio es una escultura de un ángel exterminador, que es el símbolo de la villa. Suena de lo más extraño que sea precisamente un ángel exterminador el símbolo de una ciudad, pero por lo visto así es.

Tras la visita al cementerio, bajamos de nuevo y nos acercamos hasta la playa, que es bastante grande (con una longitud de aproximadamente 1 kilómetro) y por lo tanto accesible desde prácticamente cualquier punto de la población. Es de arena dorada y por lo que podemos ver, está bastante limpia. Tiene servicio de socorrista y duchas, y aunque siempre hay algún valiente, nosotros no vemos a nadie bañándose. Supongo que en verano la playa estará más llena, pero me imagino que, como suele ser habitual en el Cantábrico, no llegará a masificarse. Junto a ella se encuentra el puerto, que fue construido en el siglo XVII y costeado principalmente por los vecinos de Comillas. En el pasado tuvo tradición ballenera (de hecho fue el último puerto de Cantabria con esta tradición), y actualmente tiene poca actividad. No es demasiado grande, y está rematado por un pequeño mirador en el que hay una escultura a modo de mástil de embarcación, así como dos cañones.

Un poco más adelante se encuentra el monumento al marqués de Comillas, al que los vecinos quisieron homenajear, como gran benefactor de la localidad que fue. Para ello se encargó una estatua que se encuentra situada en lo alto de una loma. Las vistas desde el monumento son estupendas y el marqués está justo en el borde de la loma, así que si no os importa que os salga en las fotos dándoos la espalda, mejor, porque para inmortalizarlo de cerca no hay otra manera. Frente al monumento se encuentra El Duque, un palacete que se construyó como residencia del duque Almodóvar del Río, de ahí su nombre. Al contrario que otras construcciones, de estilo indiano, en El Duque se aprecia perfectamente la influencia de la arquitectura inglesa. Merece la pena verlo, es un edificio precioso.

Caminando hacia el lado opuesto de donde se encuentran el cementerio y el monumento dedicado al marqués de Comillas, llegamos hasta el mirador de Santa Lucía y nos encontramos con la Portada de la Casa Moro, una obra de Gaudí. Está construida con deshechos de piedra, que se encuentran colocados irregularmente, pero siempre buscando formas redondeadas y huyendo de los picos y las aristas, como era habitual en él. Lo original de esta puerta es que cuenta con tres accesos: uno, el más grande, para carruajes; otro algo más pequeño para personas; y otro redondo, sobre el anterior, para pájaros. Desde luego, está claro que a Gaudí no se le escapaba ni un detalle...

Después seguimos caminando un poco más y llegamos a un edificio que fue construido y costeado por varios vecinos, en principio para albergar la cárcel de la villa, aunque actualmente se ha reformado para convertirlo en albergue para aquellos peregrinos que hacen el Camino de Santiago o la Ruta de Santo Toribio. De hecho, justo frente a este edificio vemos una señal muy curiosa que indica las distancias desde Comillas a Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.


También pasamos un rato caminando por todo el casco antiguo, donde podemos ver entre otras cosas el Ayuntamiento antiguo, un edificio cuadrado sostenido por arcos en tres de sus fachadas, por lo que es posible pasar bajo ellos; la iglesia de San Cristóbal, en la cual se venera al Cristo del Amparo, que es el patrono de los pescadores. Fue construida gracias al dinero y al trabajo de los vecinos (parece que los comillenses eran muy apañados, porque ya hay más ejemplos de cosas que se animaban a construir o a remodelar); y la fuente de los tres caños, que también funciona como farola, y está situada en la misma plaza del ayuntamiento nuevo, así que pasaréis por ella si vais a la oficina de turismo. Fue dedicada a Joaquín del Piélago, vecino de Comillas, que fue quien financió la traída de aguas a la localidad.

Dejamos prácticamente para el final el Capricho de Gaudí, un edificio realizado por él durante su primera etapa; se trata de una casa con formas redondeadas y una torre. Llama mucho la atención por los llamativos colores con los que está decorada. Eso sí, esto es lo que podemos ver desde el exterior, porque como os digo está cerrado y nos tenemos que conformar con estirar el pescuezo para verlo por encima de la valla. Cuando se tiene la suerte de encontrarlo abierto, se pueden visitar los jardines y/o comer en el restaurante en el que lo han convertido, aunque creo que es de precios no aptos para todos los bolsillos...

Desde aquí volvemos a recoger el coche y nos dirigimos a las afueras de Comillas, concretamente a La Coteruca, una casa situada en lo alto de una colina, mirando al mar. Nos cuesta un poco de trabajo llegar, porque hay un momento en el que las indicaciones se pierden. Al final lo conseguimos, pero lo poco que podemos ver (los restos de las torres y la muralla, ya que el resto fue destruido durante la Guerra Civil) es sólo desde fuera, porque en la actualidad ha sido rehabilitado como edificio de apartamentos y hay carteles por todas partes en los que se indica bien claro que es una propiedad privada y está prohibido el paso. Muy cerca de aquí está el Asilo-hospital de Comillas, que fue construido en 1888 y recuerda un poco en sus formas al palacio de Sobrellano, aunque algo más animado debido a sus colores: rojo y blanco. En la actualidad sigue funcionando como asilo para ancianos, así que únicamente se puede ver por fuera.

Tras abandonar Comillas y viendo que se nos pasa la hora de comer, decidimos hacer un alto en el camino y dirigirnos después hacia San Vicente de la Barquera, para rematar nuestro primer día por tierras cántabras.